La epidemia de la influenza que llegó al país en noviembre de 1918 produjo gran preocupación de las autoridades sanitarias. Tratando de prevenirla, el gobierno impuso una cuarentena terrestre y marítima entre Haití y la República Dominicana y prohibió el tráfico por la frontera a partir del día 12 de ese mes.
Esa cuarentena incluyó a los barcos procedentes de Barahona y Azua. Al
arribar a otros puntos del país procedentes de esos puertos sureños, los barcos
deberían mantenerse a 200 metros de la costa durante 7 días.
El día 28 de noviembre la cuarentena fue extendida a todos los buques
provenientes del extranjero. Las autoridades fueron tajantes: “El medico de
cuarentena no aceptara la manifestaciones de ninguna persona de abordo en cuanto
a su estado de salud sino que practicara el examen personalmente”.
“En caso de que alguna persona abordo presente síntomas de influenza o
gripe o neumonía, el buque será puesto en rigurosa cuarentena y nos e permitirá
a ninguna persona abandonar el buque sino como se dispone en este reglamento”.
No obstante esas medidas, la epidemia se difundió rápidamente. Para evitar
lo peor, el 14 de diciembre las autoridades sanitarias prohibieron las reuniones
púbicas en teatros, casinos, clubes, centros de recreo y otros establecimientos
análogos, en los cuales quedaron “suprimidos los bailes y todos los
espectáculos y fiestas públicas”.
También fueron clausuradas todas las escuelas públicas y se prohibieron las
reuniones y velorios en las casas de los fallecidos a causa de la influenza.
“Los cadáveres de los fallecidos por influenza serán puestos en sus ataúdes
inmediatamente y enterrados a la brevedad posible”.
Simultáneamente con esas medidas publicaron varios documentos conteniendo
“consejos para vetar la influenza”, un “memorándum profesional” destinado a los
médicos, y una “dirección general para el tratamiento de la influenza”.
Había clara conciencia entre los médicos de que la influenza era una forma
de gripe asociada con los brotes anuales de gripe, incluyendo con la gran
epidemia de 1889-90. Los médicos sin embargo, no sabían que el germen causante
de la influenza era un virus y trataban de prevenirla con medidas destinadas a
eliminar un bacilo llamado Influenze bacillus considerado erróneamente como
responsable de la enfermedad.
Para entonces ya existía la aspirina y las autoridades recomendaron su uso
para bajar las fiebres y calmarlos dolores. Este medicamento debía ser combinado con tratamientos tradicionales como los purgantes de Calomer, y el uso de
enemas de bicarbonato de soda y agua de menta o de citrato de potasa y agua de
menta.
La noción clínica más extendida era que la influenza de por si no mataba, a
menos que la enfermedad degenerara en neumonía, y por ello se recomendaban
gárgaras con una solución antiséptica de quinina o bicloruro de mercurio. Para
la tos se recetaba tomar una solución de carbonato de amoniaco cada dos horas.
Conociendo que el germen se trasmitía por boca nariz a las vías respiratorias, las
autoridades sanitarias recomendaron el uso de mascarillas de gasa y tela de
algodón para tratar o visitar a los enfermos. Mucha gente utilizaba las
mascarillas para salir a la calle, y algunas personas rellenaban las suyas con
cristales de alcanfor o dientes de ajo.
Es probable que las mascarillas hayan protegido a muchas personas, pero
dado que el virus dela influenza es filtrable, algunas se contagiaron de todas
maneras y la epidemia siguió avanzando.
Ante el avance de la epidemia, las autoridades extendieron el alcance de
las medidas precautorias el 24 de diciembre de 1918 ratificando la cuarentena
interprovincial, prohibiendo” todas las reuniones públicas de cualquier clase”,
cerrando todas las iglesias “hasta segunda orden”, y anunciando que “todas las
reuniones del pueblo en parques, calles y en cualquier otro sitio, serán
dispersadas todo cuanto sea posible por las autoridades correspondientes”.
Con todo, la epidemia siguió su curso avanzando de pueblo en pueblo. A
mediados de febrero, las enfermedades y las
muertes se concentraban en el Cibao Central. Entre los días 16 y 22 de
ese mes, el poblado de Castillo tuvo 600 enfermos y 62 muertos, San Francisco
de Macorís, 469 enfermos, Salcedo 96 enfermos y 19 muertos, y la Vega, 268
enfermos y 9 muertos. Más al oeste, ya en las montañas, Jánico tuvo durante esa
misma semana564 enfermos y 7 muertos.
Casos de Influenza 6-22
febrero 1919 |
||
Ciudades |
Casos |
Muertes |
Sto. Dgo. |
1 |
|
Azua |
137 |
|
San Juan |
9 |
|
Bani |
18 |
|
San Pedro |
10 |
|
Seibo |
3 |
|
Hato Mayor |
35 |
1 |
Pimentel |
35 |
|
Cotuí |
25 |
7 |
Castillo |
600 |
62 |
San Francisco |
469 |
|
La Vega |
268 |
9 |
Moca |
64 |
|
Salcedo |
96 |
19 |
Santiago |
4 |
|
Jánico |
564 |
27 |
Bajabonico |
1 |
|
Montecristi |
5 |
1 |
Sabaneta |
5 |
|
RUMBO. Año 1No 29. La Historia tiene otra historia.1994 Santo Domingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario