martes, 31 de agosto de 2010

EL VICIO DE LA "A" COMO PROTESIS



Ramón Emilio Jiménez

Entre los hábitos característicos del habla popular criolla sobresale el empleo de la “a” como prótesis, prodigada principalmente en los verbos, lo que contribuye a hacer más notorio el barbarismo, pues esta a ociosa, cuando encabeza el infinitivo, aparece en todas las inflexiones verbales.

Tan notorio es la gente rural como en la urbana. No dice, la habladora lengua del pueblo, “tentar”, en el sentido de palpar. Lo corriente es la “a” inútil antepuesta al vocablo. “Tengo fiebre, atiéntame”, dice a la madre, invitándola a tomarle el pulso, el tímido muchacho.

“La leche esta caliente, asóplala” - profiere la madre cuidadosa al pequeño que le pide alimento. “Soplar” sólo dice el vulgo en el sentido de dar, propinar, acometer. “Le soplaron una pela”, dirá una persona menuda, con referencia a una azotaina aplicada a un chico mal hablado.

Común es oír al campesino empeñado en la faena matinal del sureño, gritarle al mozo distraído que al dar salida a un recental dejó escapar otro que corrió ávidamente a tirar de la ubre copiosa: “asujétalo”.

De igual modo no usa el termino propio “levantarse”, y así, cuando el imberbe mozo va a parar al suelo, mal de su grado, por la rebeldía de un bruto “de sangre”, el buen labriego dísele ímperioso: “Alevántate”.

Larga es la lista de verbos en los cuales aparece como de vanguardia la intrusa “a” radical. En el campo es corriente ver a padre de familia doblado de espalda sobre una hamaca crujidora mientras uno de los chicos de la casa se entretiene en ahuyentar la comezón que por hábito siente aquel a la hora del lavado de pies para acostarse. En tal actitud dice el buen campesino al menor de recias uñas enlutadas. “Arrácame”, porque para el como para la mayoría de los labriegos, la voz “rascar” no existe.

La misma suerte corre el termino “probar” como sinónimo de saborear. Lo común es decir “aprobar”, y de ese modo oímos a gentiles mozas campesinas y a muchachas del pueblo, gustar una fruta y extenderla a sus amigas diciéndoles, para hacerlas copartícipes del goce: “¡Aprueben!”.

En la pulpería rural y en la “vela” típica, los hombres no rejuntan sino que se ajuntan. Después de una vela la gente trasnochada se “arrecuestas”. Para el rústico habitante no existe el término recostar, como no existe tampoco rayar, sino “arrayar”, ni “podar”, sino “apodar”.
La “a” viciosa invade también la jurisdicción del adjetivo. Apuntar con el arma de fuego y hacer blanco repetidas veces, es ganar fama de “acertero”. Nadie dice en el ampo “certero”, ni la niñez pueblerina, muy dada a cazar pájaros con los llamados tiradores.

Al habitante de la sierra suele decírsele “aserrano”. En algunos lugares es común no decir potentado, sino “potentado”. “En los negocios hay que ser aprevenido”, le oímos decir a hábiles tratantes.

Este vicio de la “a” como prótesis afecta también al sustantivo. El vulgo dice por lo regular “alargarto”. No es un empujón lo que da el que le impele a otro en la lucha.

No podía quedar ileso el adverbio, y así, “tanto” ha venido a parar “atanto”. Presenciábamos hace poco la relación que hacía un campesino de la lucha que sostuvo con otro en una casa de juego. Ponderando la magnitud del golpe que le había dado, concluyó: “Atanto que lo cogieron aturdió”.

La preposición no queda fuera del alcance de este vicio, y así le oímos decir a mucha gente: “Asegún me lo contaron, te lo cuento”.

Y para terminar, venga a guisa de cuento lo ocurrido a un pobre hombre en la época de nuestros cuartelazos y asonadas. Había sido sorprendido en la casa de su concubina la noche de su servicio como centinela en un camino próximo a la ciudad de Santiago. El jefe de la plaza sospechaba que algo podía ocurrir aquella noche y aumentó la vigilancia de la ciudad, escogiendo para el sitio de referencia al hombre de nuestro cuento, que no midió el peligro a que se exponía abandonando su puesto para entregarse a las caricias de su amante. Tan pronto como el jefe supo lo ocurrido se indigno con el pobre hombre y rugió con acento de trueno: “¡Afusílenlo!”

AL AMOR DEL BOHIO (1927/1929). Sociedad Dominicana de Bibliófilos, INC. 1975.

lunes, 30 de agosto de 2010

VAYA QUE LUJO



Ligia Minaya
Denver.Colorado

Si los zapatos no cuestan miles y el vestido no es de diseño exclusivo, no hay manera de vivir ir a fiestas. Nada de tener tres o cuatro pares de zapatos, ni ponerse un vestido en varias ocasiones. Pero... ¿estás loca, cómo voy a ir a dos fiestas con el mismo vestido? Tengo en mi closet sesenta pares de zapatos, cien carteras y los vestidos, blusas y faldas ni los puedo contar. Y todos exclusivos, de diseñadores famosos. Cambio mi yipeta cada dos años, aunque tenga que pedir un préstamo. Si celebro la boda de mi hija tiene que ser más cara y más lujosa que la del vecino, y ni contar los quince, nada de un bizcocho, unas canastitas y refrescos, tiene que ser en un hotel de lujo y salir en las revistas y en la televisión y deben asistir los más ricos de todo el país. ¿Las flores? Importadas de Colombia o de Perú, nada de margaritas ni rosas de Constanza. Eso ya pasó de moda. Así es, lujo escandaloso y nada más.

Modistos caros.

Diseños modernos.

Impera el negro en

los restaurantes.

Que eso es lo que va,

lo exclusivo.

Modistos caros. Diseños modernos. Impera el negro en los restaurantes. Que eso es lo que va, lo exclusivo. Si voy a salir tiene que ser a lo nuevo, a lo que está de moda, donde van los nuevos ricos, ir a un lugar desconocido, nada de eso, que me vean con mi traje comprado en el lugar más caro de la bolita del mundo. Tener dinero y no hacer alarde de él, es como no tenerlo. ¿Y el primer año del niño, o la primera comunión? Ay, mi Dios, tengo que ver lo que compró la vecina para que lo mío sea más caro. Que sepan que brillo con el lujo de una estrella, aunque para ello tenga que acudir a préstamos hipotecarios y comer basura. ¡Virgen Santísima, cuánto alarde! Y eso es lo que hay, lujo, y más lujo, sobre todo escandaloso. Con esto recordaba a un vecino en Moca que decía que sólo tenía un par de zapatos porque él solo tenía dos pies. Me gustaría que César Mella como psiquiatra y Tahira Vargas como socióloga, me dijeran qué es lo que está pasando. Cuál sería la razón o la sin razón de tanto atareo por aparentar lo máximo.Pero ahí no queda la cosa. Darle a alguien una ayuda de cien pesos, es ofenderlo. Ahora, además de que cien pesos es una chilata y no da ni para un pan de agua y un huevo sancochao, el necesitado quiere que les dé para irse al colmadón de la esquina y entrar en despilfarro. Las veces que he asistido a fiestas, me siento avergonzada con mi vestidito y mis zapaticos no muy caros, y me dan ganas de meterme en un rincón o desaparecer. Y así estamos, y así vamos. Y a Dios que nos coja confesados y a San Ramón que nos saque con bien. Y si es posible, a los políticos que nos den un poco de lo mucho que carga su barrilito, que no es cervecero como decía un comercial de los años de la nana.

Ya el tiempo de modestia y humildad han sido borrados del mapa y con ello llegó el lujo y no importa de dónde venga el dinero.

Punto y aparte: Me leí la autobiografía de Johnny Ventura y me gustó. Un Libro escrito con el corazón. Léalo, y sabrá por qué lo digo. También la Antología de Poemas de Héctor J. Díaz. Búsquelos, están en el Ministerio de Cultura.

Diario Libre Digital. SAUDACES.28 agosto 2010.

Las Manualidades de CERVANTINA CABRERA SALAZAR













LA TRIPLETA



Agustín Perozo Barinas

“Al igual que ayer, como hoy, estaremos mañana”.


Las informaciones que nos dan los gobiernos de los partidos tradicionales que han desgobernado nuestro país desde 1966, esto es, el PRSC, el PRD y el PLD y que conforman la Tripleta –o Triple Alianza-, no nos indican claramente cuánto ha pagado íntegramente República Dominicana en amortizaciones de capital e intereses por los préstamos externos e internos que han manejado durante 43 años, y como corolario a ese informe el total de la deuda actual, sin retoques. Como ellos nos comunican que estamos mejor materialmente, es atinado preguntarse a qué costo. Winston Spencer Churchill dijo: “El vicio inherente del capitalismo es la injusta distribución de las riquezas; y el vicio inherente del socialismo es la justa distribución de las miserias”. Los infalibles economistas, financistas, banqueros y demás recetarios, tienen todo tipo de fórmulas, elucidaciones y proyecciones, sumado a un irrebatible juicio, que nos hace casi olvidar que de su clase nos llegaron los fraudes bancarios, tanto en nuestro país, como en las potencias mundiales, siendo muchos de sus protagónicos actores genios “brillantes” de las mejores universidades del Primer Mundo. Estos fraudes han potenciado la pobreza en el planeta de manera histórica y no aprendemos la lección. Estos intelectos, apoyados por estructuras políticas dominantes, recomponen su propio desbarajuste privilegiando los intereses que en principio generaron la debacle financiera. En nuestro caso, es la Triple Alianza la que sustenta esos marcos de poder. Y los ciudadanos, los que votan a favor y los que se abstienen en contra, validan su permanencia. Unos por acción y otros por omisión.

Cada partido tradicional se ha constituido en una forma de compañía por acciones, donde la ganancia, no el interés social, es su esencia primordial. Comprimidos estos tres partidos en la Triple Alianza, maniobran ahora como una corporación multinacional. Impersonales, insensibles, inhumanas. El lucro lo es todo. Y el Estado dominicano es la mejor ubre, sin dolientes. Desde apropiaciones ilegítimas de tierras, la adjudicación de distintos bienes públicos, así como la usurpación de recursos y activos corrientes en los ministerios y otras instituciones. Diariamente se denuncia tanta degradación del erario, pero si la cabeza de turno de la Triple Alianza no reacciona a favor del interés nacional, nada detiene a los depredadores. Los intocables mutiladores del futuro de bienestar de la sociedad dominicana. En Cándido, de Voltaire, leemos: “¿Creéis –dijo Cándido- que los hombres siempre se han dado muerte cruelmente unos a otros como ahora; que siempre han sido mentirosos, patrañeros, traidores, ingratos, pícaros, idiotas, ladrones, truhanes, glotones, borrachos, miserables, envidiosos, ambiciosos, sanguinarios, calumniadores, libertinos, fanáticos, hipócritas y necios?”. Hemos perdido el asombro en nuestra sociedad de hoy y el individualismo utilitario impuesto a la gente, como agenda existencial, retrata la realidad como en esas líneas de Cándido. Es ya tan común y de rigor enseñarle a nuestros hijos que desconfíen de todos. Y una sociedad con estos valores retorcidos no es la aspiración de muchos dominicanos que se sienten atrapados en esta aberración encarnada por la Triple Alianza. ¿Acaso no son suficientes los escándalos de corrupción? ¿Las impunidades? ¿Los odiosos privilegios de funcionarios y sus cortes con los que se burlan de una población desatendida? ¿Reclamamos mucho más para reaccionar?

Un politiquero demagogo de la Triple Alianza, es un monolito indolente. Las secuelas sociales de su accionar les son indiferentes. No reacciona ante la presencia de tantos dominicanos que desfilan con sus necesidades y privaciones ante él (o ella). El mal que obra, que perdura por generaciones, no lo intimida ni le importa pues se siente ajeno al mismo. Esa polilla que se asocia con sus iguales para priorizar sus intereses particulares, en una corporación de partidos corruptores y clientelistas, ha dañado, daña y aspira a seguir dañando a República Dominicana, con la búsqueda insaciable de sus propios objetivos y asegura en el poder judicial vigente ser absuelto in aeternum de toda culpa o señalamiento. Nuestro país se encamina a una revisión y renovación dramática del manejo del Estado. La velocidad de llegar a esos procesos la determinará la urgencia con que la crisis económica y el pesado fardo del servicio de la deuda acumulada haga insostenible cualquier pacto social con la Triple Alianza. Millones de dominicanos desesperados, desprovistos de sustento básico, protestarán en cada vez más frecuente avenencia. Los aparatos represivos también estarán expuestos a esta realidad con sus miembros en la más baja categoría de rangos con ingresos y posibilidades de bienestar muy restringidos. El asistencialismo clientelar que sostiene a la Triple Alianza con un 40% consolidado del universo sufragante nacional, cuesta mucho dinero al fisco. Es una estrategia muy costosa que no se puede mantener en el tiempo en gobiernos que asumen una política sistematizada de endeudamiento muy imprudente e irresponsable, y cuyo cumplimiento limitará los recursos para esta perniciosa práctica de compra de votos y conciencias, contra el auténtico interés colectivo. Sacudirse de esta Triple Alianza será un logro histórico para la sociedad dominicana, tan vejada, explotada, manipulada, exfoliada y malversada. Sólo allí, en ese terreno futuro de la conquista de la razón, la dignidad, la honestidad, el trabajo, el ahorro, la nobleza, la solidaridad y el decoro, podrá el pueblo dominicano empezar a esperanzarse en un nuevo destino. No de quiméricas ilusiones, sino el que la íntegra educación le señale para su efectivo desarrollo, como lo lograron otras naciones devastadas por guerras el siglo pasado y resurgieron de nuevo en su previa condición de potencias mundiales.

Aportar la denuncia comprometida, que se fundamenta en la pobreza evidente que nos rodea en toda la geografía nacional, es lo que pretendo. Así hay muchos(as) más indignados(as). Dispersos como estemos, el uso de las tecnologías de la comunicación nos conglomerará para endurecer una posición de oposición a tantos desatinos deliberados y orquestados por esos malos dominicanos a los que se refería el Padre de la Patria. La deuda financiera masiva que se heredará de la Triple Alianza, agregada a la deuda social acumulada, será una dura realidad para un proyecto político nacional que responda a los legítimos intereses de la nación. Pero no es irrealizable. Europa y Asia pudieron renovarse de los restos de las guerras pasadas. República Dominicana es rica –tomado en cuenta sus potenciales en relación a su tamaño-, pero es trágicamente rica, y es por ello que hay que regenerar y perfeccionar su administración. Napoleón Bonaparte expresó: “El necio habla del pasado, el sabio del presente, y los tontos del futuro”. Ya estamos en la hora y su tiempo...