martes, 2 de febrero de 2021

AMBAR. ESTUDIOS MINERALOGICOS (1949). WILLY LEGWELLER

 



El primer descubridor de ámbar en la isla de Santo Domingo fue nada menos que el propio Almirante Don Cristóbal Colón, quien en una de sus cartas habla del hallazgo de este material en el país.

De su nombre griego ¨eketron¨ viene el moderno de ¨electricidad¨, por el motivo de que esta resina fósil adquiere con el frotamiento la propiedad de atraer los cuerpos ligeros, como lo hace un imán.

El geólogo Wiliam M. Gabb menciona el ámbar en su estudio sobre Santo Domingo, pero en términos tan vagos que se comprende que no ha dispuesto de suficiente tempo para hacer un estudio exacto sobre este tan interesante producto de la naturaleza.

 El señor Clyde P. Ross de la comisión geológica americana en el año 1919, se refiere en su informe a la buena calidad del ámbar dominicano. Dice que en los cascajos delos ríos de la frontera Noroeste de la Cordillera Central se han encontrado pedazos de ámbar, y que en las inmediaciones de Tamboril, en la cordillera septentrional, hay capas de arcillad pizarrosas y arenosas que contienen capitas de lignitas y ámbar.

En las provincias del Cibao, desde Altamira hasta Canaca, en ambos lados de la Cordillera septentrional, se encuentra ámbar en más irregulares, de color azuloso, amarillo, verdoso, lechoso, rojo, y raras veces de un tono anaranjado muy brillante. Dentro de esta resina fósil se hallan tracios de carbón, pedazos de hojas y ramas, y no pocas veces insectos como mosquitos, hormigas, abejas, etc. Y una vez vi un lagartijo, y también gotas de agua en el ámbar. Además es frecuente encontrar ámbar de color indefinido, cambiante de azuloso verdoso a amarillo, según le entra la luz por un lado o por otro, y este tornasol se debe indudablemente a la presencia de hidrocarburos en la resina, en forma de gas natural, del que hable ya en el capítulo correspondiente.

Donde se puede ver el ámbar ¨in situ¨ es en las barras del Rio Gurabo al norte de la ciudad de Santiago fe  los Caballeros y en las bancas de casi todos los arroyos al Norte y Noroeste de Peña Tamboril, en la vertiente sur del cordillera septentrional.

Existen en estos ligares estratos miocenos y eocenos de arcilla arenosa, color azul, justamente debajo de las cuales hay finas capas de lignitas leñosas, y debajo de estas se ven las masas irregulares de ámbar. Parece que al formarse la capa sedimentaria sobre un bosque derribado, la presión causo que se exprimiera y se filtrara la resina, carbonizando la madera.

Estas barrancas sufren severas erosiones, por las cuales el ámbar muchas veces es arrastrado hasta lejos.

En el lugar llamado La Tarana, e la vertiente sur de la loma el Serrazo, hay un túnel derrumbado, el cual fue abierto por una compañía americana en busca de ámbar. Debido a los derrumbes producidos por la filtración de agua a traves de los estratos, ya no se puede entrar en esta galería para hacer los estudios necesarios. Se dice que la compañía obtuvo buenos resultados en su búsqueda y que llegaron a exportar algunas cantidades de ámbar.

Es curioso ir por la noche por estos campos, pues se nota un olor balsámico en el aire, inexplicable, pues no es de flores, más bien se parece al incienso oriental. Al entrar en un bohío cualquiera, está la solución del problema: la llama con que se alumbran, es ámbar encendido en un platillo.

También por la parte norte de la Cordillera septentrional, por la común de Luperón, apare cambar. Desde Mamey, Marmolejos, Unijica, El Higo, Martin Alonso y Sabana de Blanco, en toda esta zona hay abundancia de ámbar, pero en pedazos no tan grandes como cerca de Peña (Tamboril), donde los pedazos de 5 libras y más no son raros.

Del ámbar se aprovecha todos los pedazos grandes y limpios para obras de arte; los pequeños para la destilación del ácido succínico; y el carbón de ámbar para la fabricación de lacas, tintas, etc.

Además de los insectos fósiles dentro del ámbar se ha llegado a conocer la entomología prehistórica.

La transportación de este material, ámbar, es tarea fácil, pues cerca de todos los lograres de sus criaderos hay carreteras.

En Peña, (Tamboril) hay un taller para industrializar el ámbar, fabricando preciosos objetos de arte y exportando la mayor parte de ellos.

Sociedad Dominicana de Bibliófilos. Pág. 185. 1981.

 


domingo, 31 de enero de 2021

DEL REVOLVER EN SANTO DOMINGO



CITA:

La epidemia del revόlver duro mucho tiempo, agravándose cada vez más, por obra de los haitianos, con el doble objeto del negocio y de la política de perturbación de la vida dominicana, a fin de avanzar cada vez más en sus depredaciones. El periódico La Voz de Santiago, No. 67, del 3 de julio de 1881, enumeraba al revólver entre las principales calamidades de aquellos días:

¨Los revólveres, la peor de todas las calamidades, se venden en esta ciudad al precio ínfimo de cinco pesos, y se dan de ñapa cien cápsulas al que los compra¨.

Como los revólveres no sirven sino para matar gente, parece que los haitianos, han declarado libre de derecho esa mercancía, siempre que su introducción sea con ánimo de exportarla para la Partie de LʹEst…¨.

La venta de revólveres se anunciaba mezclándolos, como cosa corriente, entre los objetos de fantasía o de uso diario. E el anuncio de la Casa de José A. López Villanueva, de Puerto Plata, publicado en El Porvenir, de 1 de febrero de 1874, dice sin alterar el orden de los efectos: ¨… esencias, Pomadas, Jabόn y Aceite de la acreditada fabrica Lubin, Revólveres de 12, 9, 7 y 5 milímetros, moderno sistema, Carabinas de caza Mariette cuatro sistemas diferentes, Cajas de cubiertos Cristofe, Capsulas, Cuerdas de guitarra…¨.

El afrentoso uso, casi generalizado, del revólver, existió en el país hasta los comienzos dela Ocupación Militar Norteamericana, en 1916. Refería el santiagués Vicente Tolentino Rojas que un dominicano, en Alemania, llegό a una tienda de armas en busca de un rifle: , dijo, señalando uno de los que se usan en las ccaerías de África. El sorprendido vendedor, que ya sabía la procedencia del comprador, inquirió: ¨Y en su país hay fieras?¨ * Si, le respondió el dominicano: allá hay unas fieras llamadas bolos y coluos¨. Algún da habrá de escribirse la divertida y a la ve trágica historia del revolver en Santo Domingo.

La epidemia del revόlver duro mucho tiempo, agravándose cada vez más, por obra de los haitianos, con el doble objeto del negocio y de la política de perturbación de la vida dominicana, a fin de avanzar cada vez más en sus depredaciones. El periódico La Voz de Santiago, No. 67, del 3 de julio de 1881, enumeraba al revólver entre las principales calamidades de aquellos días:

¨Los revólveres, la peor de todas las calamidades, se venden en esta ciudad al precio ínfimo de cinco pesos, y se dan de ñapa cien cápsulas al que los compra¨.

Como los revólveres no sirven sino para matar gente, parece que los haitianos, han declarado libre de derecho esa mercancía, siempre que su introducción sea con ánimo de exportarla para la Partie de LʹEst…¨.

La venta de revólveres se anunciaba mezclándolos, como cosa corriente, entre los objetos de fantasía o de uso diario. E el anuncio de la Casa de José A. López Villanueva, de Puerto Plata, publicado en El Porvenir, de 1 de febrero de 1874, dice sin alterar el orden de los efectos: ¨… esencias, Pomadas, Jabόn y Aceite de la acreditada fabrica Lubin, Revólveres de 12, 9, 7 y 5 milímetros, moderno sistema, Carabinas de caza Mariette cuatro sistemas diferentes, Cajas de cubiertos Cristofe, Capsulas, Cuerdas de guitarra…¨.

El afrentoso uso, casi generalizado, del revólver, existió en el país hasta los comienzos dela Ocupación Militar Norteamericana, en 1916. Refería el santiagués Vicente Tolentino Rojas que un dominicano, en Alemania, llegό a una tienda de armas en busca de un rifle: , dijo, señalando uno de los que se usan en las cacerías de África. El sorprendido vendedor, que ya sabía la procedencia del comprador, inquirió: ?¨Y en su país hay fieras?¨ * Si, le respondió el dominicano: allá hay unas fieras llamadas bolos y coluos¨. Algún da habrá de escribirse la divertida y a la ve trágica historia del revolver en Santo Domingo.

ESCRITOS. A nuestros amigos de los campos.Pág.161. Ulises Francisco Espaillat. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. 1981.