Fragmento.
Dice el reputado historiador
licenciado Emilio Rodríguez Demorizi en un bello trabajo inédito titulado “San
Cristóbal de antaño” que a Hostos, el contraste entre las Villas de Azua, Bani
y San Cristóbal, que acababa de visitar en 1882, “no deja de provocarle nuevas
y sagaces reflexiones. En el contraste, el más vivo elogio es para San
Cristóbal. El Maestro sencillamente: “San Cristóbal tiene una porción de
hombres, uno entre todos, que tiene todo el afán de progreso que es compatible
con la pasividad de carácter que España y Turquía han transmitido a los pueblos
que subyugaron o formaron” Y agrega Demorizi: “Quién es ese hombre? Jun Pablo
Pina, el hijo del trinitario Pedro Alejandro Pina, el ahijado de Juan Pablo
Duarte, el esposo de la maestra Luisa Erciná Chevalier, el maestro de muchos
niños, de un niño a quien San Cristóbal no había visto nacer aún: Rafael
Leonidas Trujillo Molina”.
Refiriéndose al estado cultural
del San Cristóbal de aquella época, continua diciendo el licenciado Rodríguez
Demorizi: “Tuvo San Cristóbal, como lo dice Hostos en sus bellas descripciones
de Villa, maestros consagrados apostólicamente a su alto sacerdocio. Entre
ellos dos mujeres ilustres por la obra y el afán: Luisa Erciná Chevalier y Ana
Josefa Luna”, quienes durante más de cuarenta años vivieron consagradas a la
educación de la niñez.
En sus escuelas y en las de
varones que allí había se inscribieron los apellidos de las familias más
conocidas en la población de San Cristóbal: Trujillo, Valdez, Molina, De León,
Saladín, Franco, La Paix, Bernard, Montas, Renvill, Leger, Pereyra, Aliés, Silva,
Uribe, Bazil, Barinas, Pina, Nivar, Diaz, Piña, Ledesma, Seijas, Chanlate, Romero,
Domínguez, Feliz, Pimentel, Cuesta, Urbáez, Garca, Deveaux, Báez, Mateo, Nova,
Read, Nina, Medina, Lorenzo, Araujo, Reynoso, Lachapell, Puello, Pagán y
Frόmeta entre otros.
En la época en que aún se
desconocían en San Cristóbal los centros sociales y los clubes de deportes, la
juventud de ambos sexos, perteneciente a las más distinguidas familias, se
reunían para su expansiones de sociedad en las casas de mayor señorío,
generalmente donde doña Erciná Chevalier, José Dolores Pereyra y Lowesqui Montás
o se iban, al son de la música, de las risas y de los cantos, en pintorescas
cabalgatas a “La Toma” o a las “Cuevas del Pomier”, en las cuales lucían sus
habilidades de equitación gentiles amazonas, tocada la cabeza de vistosas flores,
adornando de rojo corales el cuello, cubiertas de flameantes pañuelos de madrás
a sus espaldas. Generalmente a esas sencillas y sanas diversiones acudían
miembros de ambos sexos de las mejores
familias capitaleñas. En esa época el grupo social más distinguido lo
componían las señoritas Julia Molina,
Altagracia Sánchez, Aurelia de León, Anita Saladín, Atalia y Tescelina Valdez,
Anita y Tona Franco, Manuela y Ramona La Paix, Mercedes y Rafaela Montás, las
hermanas Bernard, Águeda y Efigenia Renvill, Palmira y Antonio Leger, Anita,
Mercedes, Rosa y Nina Pereyra, y los caballeros José Trujillo Valdez, Juan
Pablo Pina, Julio Pereyra, Bilito Leger, Ernesto Molina, Fellé y Regulo de León,
Alberto Vargas, Manuel Piña, Lucas Díaz.
SAN CRISTOBAL Y SU HISTORIA. Un
Prócer de San Cristóbal. Abelardo Nanita. 1945. Pág. 41.
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