Fragmento
La noticias son el pan nuestro de cada día del
periodismo. Pero en cuanto a mí, por lo menos, el artículo fue siempre el
postre. Da al reportero una oportunidad de romper con la jurisdicción fría, analítica
y objetiva de la noticia y de poner su corazón en su labor. Le permite ser subjetivo,
emotivo, cálido y, sobre todo, creador.
Creo que el lector de diarios tiene una inclinación
similar por el artículo. En la espesa selva de noticias políticas, financieras,
policiales, el artículo se destaca como un dorado rayo de sol.
Mi amor por el artículo comenzó en un seminario dirigido
por Allan Keller en la escuela de periodismo para Graduados de la Universidad
de Columbia. En casi todas las clases, Keller nos encargaba un artículo sobre
un tema determinado. Existían dos reglas básicas: no podíamos modificar los
hechos de fondo que nos daba Keller, y teníamos que escribir nuestro artículo
en un plazo de tiempo prefijado.
…Aprendimos que no éramos escritores de imaginación, sino
simplemente medios por los cuales otros seres humano podrían compartir su
humor, expresar su filosofía o escribir su epitafio.
Durante una experiencia que iba a convertirse en la más
interesante de mi carrera, me incline hacia el artículo, no porque fuera lo que
hacía mejor sino porque la situación que tenía que describir era tan fría y
cruel que solo un artículo podía presentarla con el contraste apropiado.
EL caso había sido traído a The El Paso Times por un
sacerdote católico que prestaba servicio en uno de los barrios más pobres de la ciudad. Se trataba de una
familia que estaba separada por la frontera entre México y estados Unidos. La
familia compuesta por madre, padre y siete hijos, había sido dividida por la aplicación
estricta de una ley severa: la ley de inmigración Mccarran Walter de 1952.
La señora Juana Valadez, nativa de Méjico y casada con un
ciudadano norteamericano, había sido deportada a su patria cuatro años antes.
Un funcionario judicial especial del U.S. Inmigration & Naturalization Service
(Servicio de inmigración y naturalización) había decidido que la señora Valadez
había cometido perjurio cuando al solicitar un pase de cruce local, declaro que no tenía intención
de vivir permanentemente en los Estados Indios.
La señora de Valadez era una mujer simple e ignorante que
difícilmente podía comprender el significado del perjurio. No obstante y sin
brindarle los servicios de un abogado, el Servicio de Inmigración y
Naturalización de los Estados Unidos fue fiscal, juez y jurado en su caso. El
perjurio es una felonía. De acuerdo con la ley de inmigración MaCarran-Walter,
cualquier extranjero convicto de felonía debe ser deportado y nunca será admitido
de nuevo en Estados Unidos.
Su marido un obrero que ganaba cuarenta y ocho dólares
por semana, permanecía en un departamento de una habitación en el paso con las
cuatro hijas mayores. Así podía él estar cerca de su trabajo y las muchachas
concurrir a las escuelas públicas norteamericanas. Su mujer vivía en un
departamento, también de una habitación, en Juárez, México, con sus tres hijas
menores. La familia tenía suerte de reunirse en Juárez una vez por semana el
domingo.
El sacerdote católico nos contó la historia poco antes
del Día de la Madre. Para causar el máximo impacto, The El Paso Times publico
mi relato en el mismo Día de La Madre. O ilustraban dos grabados, uno que
mostraba la mitad e la familia que vivía en El Apso y el otro con la mitad en Juárez.
El rea.to comenzaba:
“El Día de la Madre será igual que casi todos los otros
domingos del año para el señor Juan Valdez, su mujer y sus siete hijas.
La familia se reunirá en un pequeño apartamento de una habitación
de la calle Azucenas No 118, justo al otro lado del río, en Juárez.
Al acercarse la noche del domingo, la unidad de la
familia Valadez llegará a su fin y comenzará otra semana de separación”.
El relato conmovió
a muchos habitantes de El Paso entre las llamadas que recibimos, las más
importantes provenían de abogados que se presentaban para informar que los
Valdez no constituían la única familia separada. Existían muchas más, quizás
centenares, solo en la zona de El Paso, decían, y ofrecían abrir sus
expedientes y darnos los nombres reales y las historias de los casos.
The El Paso Times presentó una serie de cuatro artículos más
sobre familias separadas.
Horas antes de que la apelación fuera elevada a ese organismo,
el comisionado del Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos
ordeno que se asegurara a la señora Valadez una libertad bajo palabra por
tiempo indeterminado. El reconoció que los artículos del Times habían llamado
la atención sobre los aspectos dignos de compasión del caso Valadez.
Como resultado de los artículos sobre los Valadez, recibí
varias recompensas. Una fue el premio Pall Mall para crónicas importantes, que
me mostro que una historia puede transformarse una vez que los límites que
impone la verdad se han eliminado. (“recuerdo, n falsifiquen los hechos”, acostumbraba
a decirnos Alla Keller.) (En el show de televisión trasmitido a toda la nación,
se efectuaron una cantidad de cambio llamativos).
Me di cuenta de que la gran brevedad del tiempo en radio
y televisión, y del espacio en las revistas, tiende a distorsionar la verdad
mucho más que el posible deseo de modificarla. El espacio disponible en un
diario día tras día permite un reflejo más exacto de la vida tal como es
realmente.
Sin falsa modestia, puedo decir que el haber obtenido premios por el artículo sobre Valadez era también un reflejo de la irrealidad. Sentí entonces, y lo siento ahora, que el padre James Loeffler merecía mucho más las recompensas que yo. Mi artículo simplemente dio volumen a su compasión e indignación, y suministró una clara imagen de las familias que había sido separadas.
Me proporcionó alegría y satisfacción saber que los Valadez vivirán juntos y, más tarde que cientos de otras familias se reunirían de nuevo. Y junto con esta satisfacción llegó la certeza de que el artículo puede ser algo más que un pastel de crema en el quehacer periodístico, y siempre que esté respaldado por la verdad poder ser un arma poderosa en favor de ella.
REPORTAJE A LA REALIDAD. Edward W. Barret. Pág. 23
Ediciones Troquel. Argentina 1968.[D1]
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