sábado, 2 de mayo de 2009

Entrevista con JOAN MIRO


Joan Miró i Ferrà (1893—1983) pintor, escultor, grabador y ceramista español, considerado uno de los máximos representantes del surrealismo. En su obra reflejó su interés en el subconsciente, en lo "infantil" y en su país. En un principio mostró fuertes influencias fauves, cubistas y expresionistas, pasando a una pintura plana con cierto aire naïf, como lo es su conocido cuadro La Masía del año 1920. A partir de su estancia en París, su obra se vuelve más onírica, coincidiendo con los puntos del surrealismo e incorporándose a este movimiento. En numerosas entrevistas y escritos que datan de la década de 1930, Miró manifestó su deseo de abandonar los métodos convencionales de pintura, en sus propias palabras de "matarlos, asesinarlos o violarlos", para poder favorecer una forma de expresión que fuese contemporánea, y no querer doblegarse a sus exigencias y a su estética ni siquiera con sus compromisos hacia los surrealistas.

Uno de sus grandes proyectos fue la creación en 1975, de la Fundación Joan Miró, ubicada en Barcelona, centro cultural y artístico para difundir las nuevas tendencia del arte contemporáneo, constituyéndose con un gran fondo de obras donadas por el autor; otros lugares con importantes fondos de sus obras son la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma de Mallorca, el MNAM de París y el MOMA de Nueva York.



Entrevista con JOAN MIRO
Por Manuel Quinto y Jean Michel Fossey

Su pintura, por el hecho de retornar a las fuentes, ¿puede decirse que cierra toda una etapa de la Historia del Arte?

Mi pintura intenta ser un encuentro con la pureza. Se dirá lo que se quiera de mi obra, pero mi obra es un acto de pureza. Creo que a partir de aquí las formas artísticas tiene que replantearse de nuevo. Pretendo crear un estado de crisis constante.

En un momento de su vida usted hablo de asesinar la pintura2. ¿Su escultura, su cerámica, su obra grafica, el cultivo de todas las posibilidades técnicas, son parte de una voluntad de levar a las artes plásticas hasta sus ultimas consecuencia, de enfrentarlos con la idea platónica de las cosas, del mismo modo que el cubismo las enfrento con la geometría?

La búsqueda de la pureza entraña llegar al mundo de los conceptos y huir de las apariencias. Mi dialogo con las cosas se remonta a partir del choque que con ellas se me produce, y este choque el que precisamente quiero transmitir a quien contempla una de mis obras.

Se ha hablado mucho acerca de los símbolos que se incluyen en su pintura.¿Se trata de una simbología inconciente?

Yo no medito cuando estoy pintando. Si lo hiciera, sería otra cosa, un pensador, un filósofo y no un pintor. Me limito a dejar salir en completa libertad todo lo que mi vida, la vida que de mi alrededor he querido o he podido asumir y el peso de los siglos de civilización e historia han ido acumulando dentro de mí. Hay un magnetismo en las cosas que me atraen. Me siento llamados por ellas. Noto sus gritos muchas veces. Los símbolos que dicen los estudiosos que se hallan en mi pintura son hallazgos suyos. Pueden que estén, al fin y al cabo, pero mi pintura sería artificiosa si estos signos fueran el resultado de una elaboración premeditada y llegaran a constituirse en un código.

Según su opinión, ¿la interpretación es superior al signo?

Esto es relativo. Para el creador lo importante es el acto de fuerza de la creación; para el estudioso puede ser un signo que se conecta con un sentido cultural determinado; para el espectador, la interpretación puede nos ser necesaria. De hecho creo que lo más autentico frente a una obra que pretende ser pura es la pureza del entusiasmo o del rechazo.

El color es un impacto tan fuerte en su pintura que anula toda posibilidad de reflexión, cosa en la que usted no cree después del surrealismo….

El espíritu analítico es una auténtica fiebre. Mi obra se ha analizado, claro, porque puede contemplarse desde muy distintos supuestos y todo el mundo puede adoptar ante ella la actitud que elija, incluso la fría analística. Pero yo pretendo que sea un choque físico.
HOMBRE de Mundo, año 3, No6, 1978.

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