miércoles, 26 de enero de 2022

BUSCANDO TIEMPO PARA LEER. Los 10 derechos del posible lector. / José Rafael Lantigua.

 





FRAGMENTO

Presentación

Buscando tiempo para leer. Los 10 derechos del posible lector. Un texto conciso, inteligente, no solo bien escrito, no solo bien escrito, sino además realizado con la garra que dan la ternura y la reflexión, cuando esta última tiene brújula la comprensión. Siempre amaneo, bordeando a veces el humor sutil, José Rafael Lantigua consigue meterse hondo - y meter con él al lector- en un asunto por lo general cuajado de imposiciones y órdenes. No es extraño, pues se trata no solo de un escritor, sino también de un hombre que ha hecho de la lectura una  obra importante y una proyección intelectual definida y prístina. Dr. Alejandro Arvelo.

Introducción

El texto siguiente, que contiene el decálogo señalado, es una condensación del pensamiento de Pennac y, a su vez una transcripción libre de las ideas a ese respecto elaboradas por este reconocido educador y escritor francés en su famoso libro Como una novela. Nuestra versión libre, en la que necesariamente hacemos modificaciones a la escritura original e insertamos nuestros propios pareceres, no modifica los aspectos esenciales de las ideas expuestas por Pennac, por lo cual nuestro único merito, si acaso cabe, ha sido el de resumir y adaptar esos pensamientos para consumo delos lectores habituales, potenciales o posibles, y contribuir de este modo, de forma modesta, al desarrollo del inmenso e inigualable placer de la lectura.

1. EL DERECHO A NO LEER

En el fondo, hay que educar a los niños en la práctica de la literatura, pero darles a su vez los medios para que juzguen libremente que un individuo rechace la lectura, es intolerable que sea-o se crea- rechazado por ella.

Es inmensamente triste, una soledad en la soledad, ser excluido de los libros…incluso de aquellos de los que se puede prescindir.

2. DERECHO A SALTARSE LAS PAGINAS

Sea usted joven o adulto, salte las páginas que desee, pero lea, lea siempre. Puede ser, como no, que decidamos leer todo hasta la última palabra, estimando que aquí el autor se extiende demasiado, que allí se permite un solo de flauta pasablemente gratuito, que en el lugar cae en la repetición y en tal otro en la idiotez. Entonces, digamos lo que digamos, este testarudo aburrimiento que nos imponemos no corresponde al orden del “deber”, ya esa es una categoría de nuestro placer de lector.

3. EL DERECHO A NO TERMINAR UN LIBRO.

Existe pues, perfectamente, el derecho a no terminar un libro. Podemos abandonarlo, y si es posible, intentar una relectura para entender al fin por qué no nos gusta. Este es un placer excepcional.

4. EL DERECHO A RELEER

Salvo los malos todo libro merece alguna vez una lectura, aunque sea parcial. Y, a veces, hasta  los malos, por diversas razones. Ese reencuentros, sin dudas, maravilloso, aun sea para reconocer que antes ese libro le resulto fascinante y que, ahora, ya no resulta más que una referencia cultural.

5. EL DERECHO A LEER CUALQUIER COSA.

Tenemos el derecho a leer cualquier cosa, pero solo nos elevaremos como lector el día que cerremos por nuestra propia cuenta, sin que nadie nos obligue a ello, la puerta de la fábrica best-seller para subir a respirar en la casa del amigo Balzac.

6. EL DERECHO AL BOVARISMO.(Enfermedad de transmisión textual).

De ahí la necesidad de acordarnos de nuestras primeras emociones de lectores, y de levantar un altarcito a nuestras antiguas lectura. Incluidas las más “estúpidas”. Desempeñan un papel inestimable: conmovernos por lo que fuimos reindonos de lo que nos conmovía.

7. EL DERECHO ALEER EN CUALQUIER.

La anécdota vale para comprobar que es posible leer, si hay interés, en cualquier lugar: la cama de un consultorio, la parada de autobús, en el carro mientras s e espera la salida de los niños del colegio, y si se lo permite, hasta en el butacón reclinable de la barbería.

8. EL DERECHO A HOJEAR.

Sencillamente, tómelo entonces en sus manos si va a la librería o a la biblioteca de un amigo, o si se encuentra por casualidad con él en cualquier otro lugar inesperado, hojéelo sin prisa, lea algo, lo que pueda interesarle más o cautivarle momentáneamente. Usted terminara de inmediato si es un libro que merece su atención completa o si solo bastara con la hojeada que le acaba de dar.

 

 

9. EL DERECHO A LEER EN VOZ ALTA.

¡Extraña desaparición de la lectura en voz alta! ¿Ya no tenemos derecho a meternos las palabras en la bica antes de clavárnosla en la cabeza? ¿ya no hay oído? ¿Ya no hay música? ¿Ya no hay saliva? ¿Las palabras ya no tienen sabor? Hemos olvidado que Flaubert “gritó” su Madam Bovary hasta reventarse los tímpanos. Él nos enseñó que la comprensión del texto pasa por el sonido de las palabras, de donde sacan todo su sentido. Él supo, como nadie, al pelarse tanto contra la música interpretativa de las silabas, que existe la tirania de las cadencias, que el sentido es algo que se” pronuncia”. Flaubert, Kafka, Dostoiesvki, Rabelais, Vargas Llosa, Cela, Bosch, Del Cabral, Veloz Maggiolo, necesitan que los lectores soplen sobre sus libros, porque sus palabras necesitan de sus cuerpos, porque sus libros necesitan vida.

10. EL DERECHO A CALLAR

En verdad, nadie tiene jamás tiempo para leer. Ni los pequeños ni los mayores. La vida es un obstáculo permanente para la lectura. El tiempo para leer siempre es tiempo robado, igual que el tiempo para escribir o el tiempo para amar. Es un robo al deber de vivir. El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir. El problema no está en saber si tengo tiempo de leer o no -tiempo que nadie, además, me dará-sino en si me regalo o no la dicha de ser lector.


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