Al terminar la lectura de los libros: “Invitación a la
lectura” de Camila Henríquez Ureña” y “
El deseo de leer” de Ronald E. Backer y Robert Escarpt sentí la necesidad de
trasmitirles algunas consideraciones,
las cuales deberían ser impartidas dentro de una política educativa más activa en este sentido; ya que “ el lugar
asignado a la lectura en el seno de una sociedad, el papel que puede y debe
jugar en esta, dependen ante todo de las estructuras de dicha sociedad y de las
instituciones que la reflejan. El libro no es un extraño más que en la media en
que algunas personas son extrañas para otras”.
Existen varios
obstáculos y Camila Henríquez nos lo cita: “ El primero es la ignorancia, que
consiste más bien en saber mal que en no saber, manifestándose en la confusión
del goce estético con la diversión porque esta actitud mantiene al lector en un
bajo nivel de placer vulgar y le impide progresar. En querer leer solamente cosas fáciles,
sencillas, en lugar de literatura que sea compleja y exija madurez mental, la falta de imaginación. Se
busca siempre la misma clase de emoción, y toda nueva experiencia se rechaza.”
Más adelante nos dice el proceso que
debe seguir una buena lectura.
“El buen lector
aspira a comprender. Para lograrlo deja a un lado, al empezar, sus opiniones y
perjuicios y trata de seguir al autor cuya obra lee; no de dictarle lo que debe
decir, sino de identificarse con el libro. Si por el contrario, el lector
resiste, se enfrenta a el haciendo reservas mentales y en actitud de critica
destructiva al empezar, no sacará provecho alguno de lo que lee. Si abre su
mente lo más posible, los matices y los detalles que por ser muy finos le
podrían pasar inadvertidos, lo llevara poco a poco a sentir la esencia de un
vivir humano que no será igual a ningún otro, y comenzara a darse cuenta de lo
que el autor está tratando de decirle”.
Mientras que Baker
y Scarpt expresan que: “El verdadero problema de la no lectura se sitúa pues, a
nivel de los adultos y en particular, a nivel de loas adultos jóvenes que son más
vulnerables que otros a recaer en el “ analfabetismo técnico”, consecuencia de
la falta de practica de la lectura. Este es por demás, fenómeno muy
generalizado. Los hábitos culturales de la infancia y de la adolescencia
encuadrados en los sistemas de enseñanza quedan interrumpidos brutalmente al
finalizar la etapa de escolaridad y, debido a una falta de estímulo, son a
menudo abandonados. La no lectura es un aspecto, entre otros muchos, de las dificultades
de inserción social con las que se encuentran el joven adulto y, bien es
una de las más acuciantes, no puede ser
considerada mas que en el cuadro de conjunto de las condiciones de existencia”.
Continúa diciendo
que: “ La fragilidad de los hábitos de
lectura tiene, de hecho, causas mas lejanas que se remontan a la infancia
preescolar. Probablemente, es durante esa etapa de la vida cuando nacen las
actitudes fundamentales para con el libro. Tal como a menudo se ha demostrado,
el niño que traba conocimiento con el libro en los inicios de su vida escolar,
tiene y tendencia a asociar la práctica de la lectura con el mundo de la
escuela, sobre todo si no la encuentra en su ambiente familiar. Si los años de
escuela han resultado difíciles o poco satisfactorios al niño, esto puede tener
por consecuencia un hastío por la lectura, hastío que acabara traduciéndose por
un abandono total de esta en cuanto haya del niño antes de la edad escolar y se
inserte a partir de ese momento tanto en sus juegos como en sus actividades
cotidianas”.
Se han señalado
algunos motivos básicos en el hábito de la lectura, por ejemplo: Para adquirir
información, medio de distracción, confirmar creencias, compartir experiencias,
imitar a los demás y como aventura imaginaria. Observando éstos, nos damos
cuenta que la lectura es una de las formas más amplias de la recreación humana,
por cuanto deberíamos hacer de la misma
un hábito; ya que nos proporciona la libertad
a través del conocimiento de lo leído; permitiéndonos conocer el pasado,
nuestras raíces y ser más creativos en el presente para continuar construyendo
el futuro, con menos errores y más
aciertos.
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