martes, 23 de febrero de 2021

LOS DOMINICANOS (1870). RAMON GONZALEZ TABLAS.

 



Fragmento.

El dominicano campesino, que compone como las nueve décimas parte de la población, goza de una vida holgada, merced a su frugalidad nunca bien ponderada y a su país feraz hasta lo portentoso. Alegre y satisfecho en un tosco bohío, en medio de un bosque, cultiva únicamente unas pocas varas en cuadro de terreno, dejando baldío lo muchísimo más que a su disposición tiene. En aquella al parecer miserable posesión que se llama conuco, encuentra cuanto necesita para cubrir todas las atenciones domésticas. Si al   cabeza de una numerosa familia se le ve siempre descalzo y mal pergeñado, no hay por eso que juzgarle pobre, y mucho menos desdichado. Nada necesita, porque el da en que entrevea una nueva necesidad, roturara cuatro varas más de su campiña y quedara satisfecho.

Gustan aquellos indígenas de vivir con sus parientes en lo más recóndito de los montes, cuya costumbre será quizás importada de la costa de África, o tal vez adquirida por el aborrecimiento a las continuas guerras y trastornos políticos por lo que ha pasado el país.

A pesar de esta vida solitaria y que podría llamarse montaraz, el campesino dominicano es dulce afable, manso y hospitalario; usa siempre de un lenguaje afectuoso y cotes con todos los desconocidos forasteros que llegan a su albergue, aunque jamás los haya visto, aunque crea que jamás los volverá a ver.

Han referido españoles muy veraces, que tuvieron necesidad de viajar solos por el interior de la isla, aun por los sititos mas agrestes, en el interregno desde la anexión hasta la revolución, que jamás llevaron temor de ser vejados, y que cuando tuvieron que pedir hospitalidad por un noche, siempre habían sido recibidos con suma consideración, aunque fueran los dueños de la vivienda de aquellos que jamás iban a las poblaciones, ni sabían nada de lo que pasaba por el resto dl mundo.

Por esa afición al asilamiento, hay pocos pueblos en la parte española y sobe todo muy poco numerosos.

Los dominicanos habitantes de ciudades o villas difieren poco en lo general de los campesinos. Visten mas decentemente, y siendo un poco más ilustrados, son más sagaces y de más peligroso trato; pues parece que todo lo que ganan en luces lo emplean en doblez y falsía.

Esta gente de villas y ciudades son los únicos que se ocupan de política, pues los del campo van siempre ciegamente donde los llevan los jefes de las conspiraciones y van comúnmente engañados y contra su voluntad; pero la organización de la republica obligaba a todo ciudadano a ser soldado, tenía que empuñar el fusil cuando la patria le llamase, y siempre los motines se hacían a nombre de la pobre patria, que con ellos quedaba cada vez peor parada.

A los dominicanos hay que considerarlos en casi continua guerra, desde que se hicieron independientes de Haití, y poco puede decirse de su organización social sin que tropecemos con la militar. Con respecto a esta, no tenían ejército permanente; todos los ciudadanos formaban agrupaciones a semejanza de nuestros batallones de las antiguas milicias provinciales; todos abandonaban sus familias y labores para ingresar al ejército, siempre que la independencia se hallaba amenazada por las invasiones, casi periódicas, de los haitianos, o lo reclamaba el orden interior; y al regresar al seno de sus familias, de sus de disueltos los cuerpos a que pertenecían, en más de una ocasión hallaban su número disminuido por la muerte y perdido el fruto de muchos días de trabajo por falta de brazos que se empleasen en su cuidado.

Montado el servicio militar por el sistema, ya se comprenderá que semejantes tropas de pésimas condiciones. Sin otra instrucción que sabe malamente cargar y disparar; sin otro armamento  que el que cada cual puede facilitarse, a excepción de algún otro caso muy raro, en que el gobierno podía repetir para muchos miles de hombres, algunos cientos de fusiles que regularmenete sirvieron a otras naciones, y fueron desechados por inútiles. El soldado de dominicano no conoce el uniforme, se presenta como estaba en sus tareas, que generalmente es destrozado, descalzo y por todo morrión un mal pañuelo atado a la cabeza. Mucho menos conoce el uso del correaje ni de la mochila; gata una especie de esportilla, que llama macuto, que con una cuerda a modo de asa, cuelga del hombro izquierdo. En aquella esencie de zurrón o morral, lleva todo su ajuar de campaña; el tabaco, la carne, los plátanos, alguna prenda de ropa, si por casualidad tiene, y los cartuchos; todo va allí revuelto.

Los jefes dominicanos, son por lo general personas de valor muy acreditado en sus guerras y discordias civiles. La cualidad más relevante en el país es el valor. Queda más orgulloso un individuo a quien se hace el elogio de decirle que es hombre de machete, que si se celebrase por cualquier otra cualidad.

 

Historia de la Dominación y Última Guerra de España en Santo Domingo. / Dr. Ramón González Tablas. 1870. Capitulo III. Los Dominicanos. Pág. 37. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. 1974.


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