domingo, 7 de febrero de 2021

INSTRUCCIÓN PÚBLICA (1906). JOSÉ RAMÓN LÓPEZ.




La instrucción pública gratuita esa profusamente difundida en la población urbana del país y comienza a penetrar en la rural.

Los ayuntamientos costean la instrucción primaria. El estado la secundaria y la superior.

Todavía la República no ha escogido un plan definitivo de enseñanza o que, por lo menos, parezca destinado a durar mucho tiempo.

El estado intelectual del país al independizarse era muy deficiente. Sucedieron después frecuentes guerras civiles, trastornos de todo género que ocupaban por completo el espíritu de un pueblo sin práctica y sin conocimientos de gobierno.

Durante ese lapso, la instrucción adelantó muy poco. En todo el país no contaba con más que un Apóstol esclarecido, Monseñor de Meriño, actual Arzobispo de Santo domingo, y su múltiple labor civilizadora le  restaba tempo que el exigía la enseñanza. Después lego el eminente educacionista Eugenio María de Hostos y, delicado exclusivamente a la labor educativa, creo las escuelas normales y de ellas se está proveyendo el país de numeroso elemento para el profesorado.

No parece definitivo el plan de enseñanza vigente ahora porque la proporción entre el elemento intelectual formado y el procedente de la institución primaria, es excesivo. Se forma un gran exceso de intelectuales.

Pero, por ahora, el mal es un bien. En circunstancias normales el exceso de intelectuales se convertirá en clase parasitaria, o tendría que emigrar del país. En las circunstancias actuales, siendo necesaria una constante expansión de la enseñanza, hasta llevarla a los lugares más apartados del país, todos los profesores pueden encontrar empleo a sus aptitudes. No es, pues, presumible que ene estos años se desequilibre la proporción establecida en el desarrollo de los diferentes grados de intelectualidad.

En las escuelas públicas gratuitas el método es uniforme. En las privadas la enseñanza es libe, así como el método que prefieran.

La Dirección de la enseñanza, su inspección, su administración, su autoridad, están confiadas:

Al ministro de Justicia e Instrucción Pública;

A la Junta Directiva e Instrucción Pública, con su asiento en la ciudad capital;

Al Director general de enseñanza Norma;

A las Juntas Provinciales de Estudios, establecidas en las ciudades cabeceras de provincia o de Distrito, y subordinadas a la Junta Digresiva de Estudios;

A las Comisiones locales de estudios, que funcionan en las Comunes que no son capitales de Provincia o de Distrito, Comisiones que dependen de las Juntas Provinciales.

A los inspectores de escuelas, nombrados por las Juntas Provinciales en cada cabecera en que ellas residen.

La enseñanza superior y técnica la difunden el Instituto Profesional, la Escuela de Bachilleres y el seminario Conciliar, establecidos en la capital, y las Escuelas Normales y Colegios Superiores que funcionan en toda las cabeceras de Provincias y de Distritos.

Las Escuelas Normales dispensan la enseñanza y expiden títulos de maestro de segunda enseñanza y maestro normal (el equivalente al bachillerato).

La Escuela de bachilleres expide títulos de Bachiller.

El Seminario Conciliar, fundado en 848, prepara para la carrera eclesiástica y para la obtención, mediante el examen correspondiente, del título de Bachiller.

El Instituto Profesional enseña y expide títulos de Licenciado para las carreras de abogado, medico, farmacéutico, cirujano dentista y agrimensor.

Las Escuelas Normales tienen cursos prácticos y cursos teóricos y expiden, a los alumnos que terminan los últimos, títulos de maestros de segunda enseñanza y de maestros normales.

La instrucción primaria la costean los Municipios. La secundaria y la superior son costeadas por el estado, siendo su principal recurso una parte del impuesto de patentes de comercio y de industrias.

El Número de alumnos en las escuelas de la República pasa de siete mil, numero relativamente escaso  si se tiene en cuenta la población del país; pero hay que tener en cuenta que aquella es muy rala, está diseminada de tal manera que no hay veinticinco habitantes por kilómetro cuadrado, de manera que si bien es posible, y se realiza, proporcionar instrucción a todos los niños urbanos, muchos, de los rurales que viven muy lejos de las ciudades carecen de ella todavía, y sόlo reciben la educación doméstica, de excelentes virtudes que ha permitido que la población analfabeta jamás se señale como autora de crímenes horrorosos, ni como notable transgresora del código moral.

LA REPUBLICA DOMINICANA. 1906. Pág. 77. José Ramón López. Sociedad Dominicana de Bibliófilos Inc. 1996.

 


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