La instrucción pública gratuita esa profusamente difundida en la población
urbana del país y comienza a penetrar en la rural.
Los ayuntamientos costean la instrucción primaria. El estado la secundaria
y la superior.
Todavía la República no ha escogido un plan definitivo de enseñanza o que,
por lo menos, parezca destinado a durar mucho tiempo.
El estado intelectual del país al independizarse era muy deficiente.
Sucedieron después frecuentes guerras civiles, trastornos de todo género que
ocupaban por completo el espíritu de un pueblo sin práctica y sin conocimientos
de gobierno.
Durante ese lapso, la instrucción adelantó muy poco. En todo el país no
contaba con más que un Apóstol esclarecido, Monseñor de Meriño, actual
Arzobispo de Santo domingo, y su múltiple labor civilizadora le restaba tempo que el exigía la enseñanza.
Después lego el eminente educacionista Eugenio María de Hostos y, delicado
exclusivamente a la labor educativa, creo las escuelas normales y de ellas se
está proveyendo el país de numeroso elemento para el profesorado.
No parece definitivo el plan de enseñanza vigente ahora porque la proporción
entre el elemento intelectual formado y el procedente de la institución primaria,
es excesivo. Se forma un gran exceso de intelectuales.
Pero, por ahora, el mal es un bien. En circunstancias normales el exceso de
intelectuales se convertirá en clase parasitaria, o tendría que emigrar del
país. En las circunstancias actuales, siendo necesaria una constante expansión
de la enseñanza, hasta llevarla a los lugares más apartados del país, todos los
profesores pueden encontrar empleo a sus aptitudes. No es, pues, presumible que
ene estos años se desequilibre la proporción establecida en el desarrollo de
los diferentes grados de intelectualidad.
En las escuelas públicas gratuitas el método es uniforme. En las privadas
la enseñanza es libe, así como el método que prefieran.
La Dirección de la enseñanza, su inspección, su administración, su
autoridad, están confiadas:
Al ministro de Justicia e Instrucción Pública;
A la Junta Directiva e Instrucción Pública, con su asiento en la ciudad
capital;
Al Director general de enseñanza Norma;
A las Juntas Provinciales de Estudios, establecidas en las ciudades
cabeceras de provincia o de Distrito, y subordinadas a la Junta Digresiva de
Estudios;
A las Comisiones locales de estudios, que funcionan en las Comunes que no
son capitales de Provincia o de Distrito, Comisiones que dependen de las Juntas
Provinciales.
A los inspectores de escuelas, nombrados por las Juntas Provinciales en
cada cabecera en que ellas residen.
La enseñanza superior y técnica la difunden el Instituto Profesional, la
Escuela de Bachilleres y el seminario Conciliar, establecidos en la capital, y
las Escuelas Normales y Colegios Superiores que funcionan en toda las cabeceras
de Provincias y de Distritos.
Las Escuelas Normales dispensan la enseñanza y expiden títulos de maestro
de segunda enseñanza y maestro normal (el equivalente al bachillerato).
La Escuela de bachilleres expide títulos de Bachiller.
El Seminario Conciliar, fundado en 848, prepara para la carrera
eclesiástica y para la obtención, mediante el examen correspondiente, del
título de Bachiller.
El Instituto Profesional enseña y expide títulos de Licenciado para las
carreras de abogado, medico, farmacéutico, cirujano dentista y agrimensor.
Las Escuelas Normales tienen cursos prácticos y cursos teóricos y expiden,
a los alumnos que terminan los últimos, títulos de maestros de segunda
enseñanza y de maestros normales.
La instrucción primaria la costean los Municipios. La secundaria y la
superior son costeadas por el estado, siendo su principal recurso una parte del
impuesto de patentes de comercio y de industrias.
El Número de alumnos en las escuelas de la República pasa de siete mil,
numero relativamente escaso si se tiene
en cuenta la población del país; pero hay que tener en cuenta que aquella es
muy rala, está diseminada de tal manera que no hay veinticinco habitantes por kilómetro
cuadrado, de manera que si bien es posible, y se realiza, proporcionar instrucción
a todos los niños urbanos, muchos, de los rurales que viven muy lejos de las
ciudades carecen de ella todavía, y sόlo reciben la educación doméstica, de
excelentes virtudes que ha permitido que la población analfabeta jamás se
señale como autora de crímenes horrorosos, ni como notable transgresora del
código moral.
LA REPUBLICA DOMINICANA. 1906. Pág. 77. José Ramón López. Sociedad
Dominicana de Bibliófilos Inc. 1996.
No hay comentarios:
Publicar un comentario