El dominicano es mucho más
complejo que su apariencia. Su pensar es filosófico teorético; sostenedor de
doctrinas y profesiones. Pero si se trata de actuar es preferentemente y
pragmatista. Salta de la metafísica al pragmatismo con soltura que le permite
no posar en el largo camino intermedio, que es la ciencia.
No le interesa la lógica como
disciplina sino por las sorpresas de pensamiento que puede acarrear. No le
interesa el método de investigación, sino la intuición directa. Su discurrir es preferentemente deductivo
y sintético; la ascensión analítico inductiva le fatiga y aburre. Prefiere ver
el mundo desde la cima que subir en ella.
Prefiere contemplar el fenómeno
que conocer su ley. Se decepciona al saber el por qué natural de las cosas; su
interés principal está en lo que tengan de ocultas, esotéricas o fantásticas.
Por eso es mucho más artista, sobre todo, poeta, que racionalista. Pero, si es
preciso, prefiere explicar a que le expliquen.
Le desasosiega la pluralidad de modos y maneras. Descansa cuando las cosas no
pueden ser más que de un modo, porque lo necesario y absoluto está más conforme
con su estructura mental que lo contingente y relativo.
Su complejidad anímica se
traduce en una expresión lingüística deliciosamente barroca, y en graciosas,
onomatopeyas, mímicas y modismos sintéticos.
Siente la cortesía y la
amabilidad en su sangre. Es generoso, sobre todo con los extraños, y le encanta
prestar servicios, tanto por lo que puedan beneficiar a quien los reciba como
experimentar la sensación protectora. Disculpa los agravios y desdenes y no
guarda rencor largo tiempo.
Es mucho más afectuoso y
pasional que emotivo; y as como para el suceso, el cuento, la noticia o la broa
tiene infinitas exclamaciones, para lo sentimental es de una parquedad
expresiva desconcertante.
Su vida cotidiana es una
estupenda antítesis. Exceptuados los momentos de pasión política, es apacible,
reposado y sosegado; y no obstante, se inventa una lucha permanente con armas y
adversarios invisibles.
Es muy suspicaz y a la vez muy sugestionable,
no obstante su propensión a no aceptar el juicio ajeno sin reservas y a
sospechar de intenciones y propósitos.
Tiene una gran facilidad de
olvido para lo que no sean vivencias y una gran memoria para lo que le afecta.
La recepción y emisión de
noticias sociales y políticas son sus distracción favoritas; pero será muy
difícil decirle algo que no sepa ya, bien porque se llegue tarde o por su
habilidad extraordinaria para manifestarse enterado de lo que está sabiendo en
aquel momento.
Hace una vida muy sobria, a
pesar de gustarle los goces como al que más, y lama gozar a los más inocentes entretenimientos.
Las sensaciones y placeres más simples y modestos los eleva a la categoría de
sibaritismo.
En la gran lucha entre la
biología, la moral y la religión tienen grandes aciertos. Ha hecho una perfecta
distinción entre la esfera religiosa y la humana. Sabiendo que el organismo es
amoral ha optado porque la moral sea lo más lógica posible. Tiene un gran sentido
de respeto y tolerancia para todo aquello que sea patrimonio de la conciencia
individual.
Es genuinamente
tradicionalista. Cultiva los usos y costumbres ancestrales haciendo una
traducción original a la época actual. Conserva para el pueblo español, cuna de
su educación, una simpatía mayor que ningún otro pueblo hispano americano.
Es enormemente conformista.
Acepta su suerte sin protesta. Resiste la adversidad como un estoico, y celebra
la dicha como un niño. Ama el vivir como un epicúreo. Se cuida, se medicina y
se trata con sabiduría y técnica populares inigualables. Al servicio de su salud pone toda la gea, la
fauna y la flora, la experiencia, los doctores, los hechiceros y la corte
celestial pero si llega para él o sus deudos el último momento lo acata con
ejemplar conformidad.
Cuando el dominicano es feliz,
lo es por sus escasas exigencias realistas en contraste con su frondosa
fantasía y sus míticas esperanzas. Desea mucho más que quiere y espera mucho
más que hace.
La gran mayoría es esquizotimia
y extrovertida. Hay una minoría pequeñísima de finísimos introvertidos.
Las personalidades dominicanas
de más calidad son sencillas, modestas, cordiales, y amables, dentro de un
marco de gran dignidad. Las ficticias son de una fatuidad y orgullo
compensadores de su vació interior.
El pueblo dominicano ha vivido
siglos de tutela intelectual, moral, política y económica. Debido a ello,
tienen la indecisión y la perplejidad hondamente arraigadas, pero su
renacimiento está a la vista, y para el futuro cuenta con valores y energías
potenciales insospechadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario