Al
completar sus primeros seis años de labor, y al tiempo que estrenaba el
esperado salón de actos, el Politécnico celebró la primera graduación colectiva
de los diecinueve primeros peritos de su historia. Se trataba de siete peritos
agrónomos y doce peritos industriales, es decir, seis en Motores Diesel, dos en
radio y televisión, uno en electricidad, dos en fundición y uno en
automovilismo.
Un
ambicioso programa, que se utilizaría ese mismo día como despliegue
publicitario en la prensa matutina, con la extraña mezcla que arrojan la piedad
y el patriotismo primitivo, trataba de convencer que la ceremonia de Mayo de
1956 era sólo el botón de muestra y que, a pesar de las objeciones, el
Politécnico era una empresa rentable.
Después
de asistir en la recién inaugurada capilla del Politécnico, a una misa en la
que predicó el rector P. Ramón calvo, y de establecerse oficialmente la primera
asociación de antiguos alumnos como seria costumbre a partir de entonces, los
graduandos desfilaron aquella noche hasta el nuevo auditorio mayor, acompañados
de sus madrinas, para asistir a la ceremonia de graduación. En presencia del
Nuncio Mons. Salvatore Siino y las autoridades locales, hablaron los graduados
Néstor Julio Chevalier, entonces jefe del departamento Diesel, y el subjefe del
mismo, Benjamín Tejeda Rijo, a nombre de los alumnos de las Fuerza Armadas.
Como
se destacaba ya en la Memoria publicada un año antes, el 66.6% de los graduados
trabajaban ya al llegar a su cuarto año, en empresas o entidades públicas,
mientras el 33.3% lo hacía en empresas privadas, exceptuando el caso de tres
que se desempeñaban como jefes de los talleres en la misma escuela.
Aunque
no faltaron los elogios a san Ignacio o a la Compañía de Jesús, la mayor parte
delos oradores prefirieron alabar el acierto del gobernante que había fundado
el instituto. De igual manera, el P. Calvo despedía así a los primeros peritos.
“Al
veros marchar como hombres perfectamente capacitados para la vida por vuestra
preparación moral y por vuestra
formación técnica, sentimos la íntima satisfacción de haber conseguido
los ideales de nuestro egregio Fundador: preparar para la vida, para
engrandecer la nación dominicana, jóvenes llenos de ilusión y de esfuerzos
anhelosos de contribuir con todo cuanto son y tienen, al progreso de la Nación
en los órdenes de la técnica y de la agricultura”.
Al
día siguiente, y en el estilo típico de la época, el editorial de El Caribe reconocía
que después de varios años de disciplina intelectual “la primera cosecha de politécnicos
es una gozosa realidad que alivia la impaciencia con que la República Dominicana
aguarda la hora en que los campos, fábricas, talleres y laboratorios del país
fundan, en un crisol netamente nacional, el patriotismo y la ciencia de sus
futuras generaciones en el Politécnico. Con motivo de un mensaje a la nación
(24 de octubre 1958), y refiriéndose al auge de la educación dominicana, el
gobernante destacaba la labor que realizaban los jesuitas”.
Cuatro
meses después, el mismo Trujillo alababa en público la labor de los jesuitas,
“que, sin descuidar la de índole científica, cumple un alto fin patriótico,
ético y social, preparando al estudiante en la práctica de deberes cuya
desatención constituye un vació imperdonable por los males que suele acarrear a
individuos y pueblos”.
GRADUANDOS
Abelardo
A. Liriano, Antonio Ruiz Grullón, Benjamín Tejeda Rijo, Carlos A. Rivas, César
Sandino de Jesús (que ocuparía cargos los cargos de presidente del Instituto
Nacional de Algodón, secretario de Estado de agricultura y director del
Instituto Agrario Dominicano IAD), Filiberto Bernard Minaya, Germán Genao López,
Guarionex Molina Govell, Héctor Cambero peralta, José C. Rodríguez, Juan Gómez Peña,
Lorenzo Fermín Acosta, Mario H carrasco, Nestor J. Chevalier, Nivíades Bernard
Minaya, Rafael Martes Moquete, Ramón M. Mella, Ramón M. Mella, Ramón Rodríguez
Rib y Sergio A. Espinal.
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