Ligia Minaya
“Déjalos hablar... porque hay en su pasado un
tesoro lleno de verdad, belleza y bien.”
“Déjalos vencer... en las
discusiones, porque tienen necesidad de sentirse seguros de sí mismo.”
“Déjalos ir a visitar... a sus
amigos, porque entre ellos se sienten revivir.”
“Déjalos contar... sus historias
repetidas, porque se sienten felices cuando los escuchamos.”
“Déjalos vivir... entre las cosas que
han amado, pues sufren sintiendo que les arrancamos pedazos de sus vidas.”
“Déjalos gritar... cuando se han
equivocado, porque los ancianos, como los niños, tienen derecho a su
comprensión.”
“Déjalos viajar... en el automóvil de
la familia cuando van de vacaciones, porque el año próximo tendrás
remordimientos de conciencia, si tus viejos ya no existen más.”
“Déjalos envejecer... con el mismo
paciente amor con que has dejado crecer a sus hijos, porque todo es parte de la
naturaleza.”
“Déjalos rezar... como ellos lo saben
y lo quieren, porque los viejos descubren la presencia de Dios en el camino que
les falta por correr.”
Por favor... ¡Déjalos ser...!
Esto lo encontré en Facebook, enviado
por mi querido amigo Efraín Castillo, y lo quise compartir con mis queridos
lectores y mis queridas lectores, pues sé que a nosotros los que ya hemos
rebasado muchos años en nuestras vidas y gracias a Dios todavía estamos vivos,
nuestros hijos e hijas muchas veces nos contradicen porque sus vidas tienen
distintas alturas que las nuestras. Sin embargo, cuando crucemos hacia la otra
vida, ellos y ellas, recordarán con mucho amor lo nuestro y tratarán de adoptar
nuestros conocimientos y hasta nuestros comportamientos.
Yo recuerdo que mi abuelo paterno,
Fello Minaya a quien recuerdo siempre con mucho cariño, no iba a la iglesia, ni
rezaba, pero al llegarle esos muchos años, cada domingo se vestía como un
príncipe e iba a misa y cada noche, antes de acostarse, rezaba. Y recuerdo, y
así la hago, la comida que mi abuela Rosa Peña hacía cada día y las cosas que
le ponía a12345678 las carnes, al arroz, a las habichuelas y los sabrosos
dulces que inventaba.
Yo, por mi parte, repito lo que he
dicho a mi hijo y a mi nieto, y ellos me responden “ya van cinco veces que lo
has dicho.” Y también unas veces quiero salir a pasear y otras veces deseo
permanecer en mi cama leyendo o viendo televisión. Y me enfado cuando meto la
pata, pero no me gusta que me llamen la atención. Les he dicho a mi hijo y a mi
nieto que a sus años recordarán lo que yo hacía, de qué hablaba, cómo actuaba y
seguirán mis pasos. Así es la vida de los viejos. Estamos un poco fuera del
presente y, sin embargo, un pasado no tan lejano nos arropa día a día.
Disfrutamos de muchas cosas del presente, valoramos los cambios que
consideramos correcto, pero llamamos la atención de nuestros hijos cuando
quieren hacer lo presente que creemos incorrecto. Felicitaciones, viejos y
viejas, la vida es hermosa y solo Dios sabe cuándo cruzaremos la frontera.
www.diariolibre.com. Saudades. 28 feb 2015.
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