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Cada vez que inicio un
nuevo ciclo de enseñanza, al entrar en el aula para recibir y guiar a los
nuevos estudiantes, procedentes de liceos, de colegios, de varias comunidades y
tengo que indicarles: que se quiten la gorra, que saluden al entrar, que no se
recuesten de la pared, que tomen una mejor postura al sentarse, que no apoyen
su cabeza en el pupitre, que no bajen tanto la cabeza al escribir, que no
conversen con el compañero o la compañera cuando estamos explicando un tema, o
cuando un compañero(a) está haciendo lo mismo, que observen, que escuchen
atentos, que no entren con comida u otro tipo de refresco al aula, que al
desarrollar un trabajo escrito la ortografía está plagada de unos “errores
garrafales”, por cuanto les invito que tengan un diccionario a mano, que hagan
ejercicios de caligrafía, que dediquen tiempo en su casa en leer en voz alta, que
se organicen para estudiar, cuando no utilizan la razón, la lógica, y ni se
diga de la instrucción, cuando veo docentes entrar al aula con una imagen
desgarbada, así como en el trato social de las buenas costumbres, que no lo reflejan
en el saludo, porque tampoco lo hacen;
siento una gran preocupación por el sistema educativo, y su incidencia en
nuestra sociedad hoy.
A esto le sumamos a las
gentes del pueblo que originan ciertos males por su ignorancia, por la falta de instrucción, por su falta de
oportunidades, por la carencia de conocimientos que deberían ser suministrados
por las autoridades pertinentes para entender que tenemos derechos y deberes,
de respetar a los demás, de no romper
con la tranquilidad, colocando “un agáchate donde quieras y como puedas” para
ganarse el sustento, de otros que incurren en la práctica de montar un, dizque,
colmado y resulta que este arrastra unas enormes bocinas, juego de dominós,
bebedores, bulla, así como el espanto del ruido que provoca una puerta de metal
corrediza al cerrarla a las tantas de la noche, y aquellos vecinos que ponen su
música altísima y se sientan en frente de la acera de su casa para escucharla
en franca conversación, en hogares de ¿educadores?. ¡Sorprendente! Sin
importarle el sitio y tomar en cuenta a las personas muchas veces enfermas y de
edad avanzada.
Esto es un fiel reflejo
de la sociedad en que vivimos, los que fomentan los antivalores en todas los
estamentos, donde los partidos políticos pasan el día a día discutiendo cual es
el mejor, cual minoría disfrutará del botín, cuáles son los candidatos a
promocionar, ocultando su verdadera identidad de: agallúces, brigános, gabiadores,
gandíos, macuteadores, mañosos, marrulleros, pijoteros, sicateros; enterrando
sus ideales en el cementerio del olvido… ¡Ay Pancho, cosas veredes!: 40 edificios de ocho apartamentos cada uno, una torre de 16
niveles y otra de 14, villas, casas, solares y fábricas…
El tiempo se nos agota,
y cada día se amplía el abanico de los problemas
macros que inciden visceralmente en el ser y estar de los pueblos: El descuido al Medio Ambiente (La explotación
indiscriminada de los recursos naturales, el ruido en todas sus manifestaciones,
la basura), la corrupción en los estamentos públicos y dirigenciales del país: la
pésima administración de los ayuntamientos, las altas pensiones de funcionarios,
la falta de ética en los profesionales, en los militares ( ¿Los tucanos?), en
la justicia, en las salas legislativas(¿El barrilito?), en el Ministerio
Público; en los Medios, en los Comunicadores (¿Las bocinas?) que asalariados
van distorsionando el mensaje de la defensa por nuestros patrimonios, la
delincuencia, el feminicidio, la drogadicción rampante, el abuso sexual, los
viajes ilegales, el transporte público, los combustibles, la energía eléctrica,
la pederastia (¿Wesolowski?), la inmigración haitiana, el sicariato, el
secuestro. ¿Por tantas cosas, será que nos hemos olvidado de educar a la
ciudadanía?
Y eso sí, siempre
pensamos en buscar a los autores de esta barbarie, de esta “acumulación de
basura social”, y todos señalaremos a la mayoría de las autoridades en todos
los niveles, mayoría porque algunos no están de acuerdo, ni comparten tal
dejadez; aunque deberíamos meterlos a todos “en el mismo saco” por su
destemplada permisibilidad; ya lo expresó Milka Waltari: “que los médicos
entierran juntos a sus enfermos”.
¿Y dónde estás tú? ¿Dónde estoy yo? ¿Dónde
estamos todos y todas?; despertar a
tiempo es la consigna, no nos quedemos en las redes sociales, unidos somos
muchos, vamos a educar a la ciudadanía, porque de lo contrario la omisión nos
llevará a un caos, donde la ratificación de los males actuales campeará
llevándose a la paz y al desarrollo que tanto deseamos para nuestro país;
“hacer de la prosperidad nacional el supremo ideal educativo” (Bertrand
Rusell).
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