MONTEVIDEO, URUGUAY. Cuando muere un amigo lo primero que salta es la
tristeza. Y después llegan a la memoria los buenos recuerdos. Y la grandeza de
aquel que ha dejado de vivir. Me entero de que ha muerto Diógenes Valdez, uno
de los mejores exponentes de la narrativa dominicana contemporánea.
Lo conocí en los años 70 trabajando en la Dirección General de Bellas
Artes junto al poeta Máximo Avilés Blonda. Con su eterna amabilidad. Nos vimos
muchas veces en eventos que tuvieron que ver con la literatura y nos
rencontramos en Uruguay donde me llevó a los círculos literarios y a esos
lugares que frecuentaba Mario Benedetti. Me presentó a los poetas Gerardo
Almada, Betty Chiz, Guillermo Lopettegui, y a los editores (y poetas) Roberto
Bianchi, Rocío Cardoso, Alfredo Villegas, y a muchos más.
La ciudad de Montevideo tenía para él un significado especial. Viajó
la primera vez el año 1963 becado por el Gobierno constitucional del profesor
Juan Bosch. Al producirse el derrocamiento de la primera democracia dominicana,
quedó sin amparo teniendo que forzar su regreso a Santo Domingo sin concluir
los estudios de ingeniería civil en la Universidad de la República.
Constantemente me hablaba del amor que sentía por la ciudad y por la gente de
este país. Fuimos asiduos visitantes del Restaurante San Rafael, a donde, hasta
enfermar meses atrás, también iba Mario Benedetti. Como un simbolismo nos
sentábamos en la misma mesa donde almorzaba el poeta uruguayo de fama mundial,
autor de “El cumpleaños de Juan Ángel”.
En Uruguay fue donde escribió la novela “El Cisne enfermo”, puesta en
circulación el 10 de mayo del 2008 en el marco de la Feria Internacional del
Libro de Santo Domingo, presentada por Alejandro Arvelo. También escribió una
novela sobre la vida de la poeta uruguaya Edelmira Agustini y un ensayo sobre
la poética y la narrativa de Aida Cartagena Portalatín (guardo una copia).
Estuvo vinculado a la editorial Botella al Mar, habiendo tomado parte
en los festivales de poetas y de narradores de las dos orillas, organizados por
esa entidad. En octubre del 2007 lo acompañé a Brasil, invitados por el
Proyecto Cultural Sur, a participar en el Congreso Mundial de Poetas y
Escritores celebrado en Bento Gonçalves, Río Grande Do Sul.
Fue un asiduo de las veladas culturales de Montevideo concurriendo a
las presentaciones de libros en la Casa del Autor y en el Mercado de la
Abundancia. Frecuentaba el taller literario del Espacio Mixtura, presidido por
Betty Chiz y Roberto Bianchi.
Diógenes Valdez escribió mucho, cuentos, novelas y ensayos literarios.
Y tenía amplios conocimientos sobre la literatura universal. Una de sus obras
imprescindibles es “El Arte de escribir cuentos, apuntes para una didáctica de
la narrativa breve”, en la que recopila las opiniones de autores famosos, y
fundamenta sus propias reflexiones sobre el tema de escribir.
Yo sabía que Diógenes estaba enfermo. Pero el aviso de su muerte me
tomó de sorpresa. No lo esperaba en este momento, aunque cuando me escribió una
nota el 21 de diciembre del 2013, tuve la corazonada de que se estaba
despidiendo de la vida. Esta fue la nota:
“Amigo. Sé que en estos días tan hermosos estás de cumpleaños. Que
disfrutes ese día con tus amigos y seres queridos. En algún momento pensé pasar
las navidades en Uruguay, ya sabes que adoro ese país, pero la salud me ha
hecho una mala jugada. Prácticamente los últimos meses del año los he pasado
interno en una clínica, con problemas de circulación que han hecho que se me
rompieran algunas várices en las piernas, pero ya estoy casi sano. Saludos a
todos los amigos”.
Yo tenía confianza en que la fortaleza espiritual de Diógenes se
impondría en todo momento a las dolencias físicas. Pensé que superaría esas
dificultades y lo volvería a ver recorriendo los boliches, los teatros, los
talleres literarios y compartiendo con sus amigos escritores de Montevideo. Así
se lo expresé. Pero cuando la muerte acecha, y golpea, golpea tan duro, y para
siempre. Diógenes Valdez se ha ido físicamente. Pero su obra le sobrevivirá,
por los siglos. Y lo inmortalizará como uno de los narradores exquisitos del
siglo XX. El 6 de agosto del 2008 fui hasta el aeropuerto de Carrasco en
Montevideo, a despedirlo cuando iniciaba viaje hacia Berlín, Alemania. Esta vez
no estaré en los réquiems de su viaje final, pero dejo aquí la firmeza de mi
admiración y respeto por él, inolvidable autor de “Antipolux”.
www.diariolibre.com. Ecos 29
Septiembre 2014.
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