Por Marcial Báez
Para mí es un privilegio participar en esta original puesta
en circulación de “Obras Literarias” su
trabajo de práctica en literatura, que en esta edición tiene el lema de “Pensamientos
con tinta imborrable”, constituyéndose en un importante herramienta de estudio
y dedicación, al observar el alto nivel
de diseño e impresión de los libros presentados y cuya realización les
permitirá desarrollar actitudes que aplicarán tanto en el quehacer personal
como profesional.
Agradecer a los organizadores del evento en la persona
del Lic. Pedro Hernández, Director del Bachillerato Técnico por permitirme
compartir con ustedes, mis inicios en el campo de la literatura esperando que
esta bibliografía les motive a leer algunos de los libros y autores citados “y
hacer de la lectura, factor capital del progreso de la cultura universal un hábito
cotidiano”.
En mi adolescencia a través de mis primos mayores me abracé a la
lectura con las novelitas de vaquero de Marcial La Fuente Estefanía. Para que
tengan una idea de las mismas y el por qué de mi entusiasmo le citaré un
pequeño fragmento de un periodista español que leí en internet: “Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que del
bolsillo del pantalón de los hombres asomaba una novelita, no un móvil, o
reproductor de música o una consola portátil. Hubo una serie de creadores
españoles, que con su imaginación fueron capaces de escribir una novela a la
semana, creando un legado poco conocido para el público literario, pero
venerado por millones de seguidores en todo el mundo.
¿Y a qué se debía semejante éxito? Pues a seguir la máxima siguiente:
escribir para que la gente se divierta. Las novelitas eran muy amenas,
prescindían de las largas descripciones y con unos brillantes diálogos, una
acción disparada y llenas de los tópicos del cine del oeste: tipos duros,
desafíos, disparos, atracadores de bancos, cazadores de recompensas,
pistoleros, vaqueros, el salón con el piano y las prostitutas, los sheriffs,
los indios, los caballos salvajes, las caravanas de ganado, etc. Todo esto
cabía en pequeñas novelas de 15 cm, tamaño perfecto para llevarlas en el
bolsillo del pantalón. Los primeros escritores se inspiraron en el teatro
clásico español del Siglo de Oro, sustituyendo los personajes del XVII por los
arquetipos representativos del salvaje Oeste americano.
La novela del oeste, que leían nuestros abuelos (nosotros preferíamos
ver las películas), constaba de unas 100 páginas de impresión barata y muy
característica, muy semejantes a las novelas de género pulp norteamericano; se
escribía y publicaba una por semana y se vendían a cinco pesetas cada una.
Normalmente se podían devolver al quiosquero, y adquirir otra a menor precio.”
Los paquitos de personajes fantásticos como Supermán,
La mujer maravilla, El Fantasma, El llanero solitario y los de Vidas Ilustres
también formaron parte de mi selección de lectura, los calendarios Bristol, y cuando
no tenía que leer, optaba por algunas novelas de Corín Tellado que se publicaban
en la revista Vanidades, gracias a que mi tía madrina Mercedes Concha las
coleccionaba por aquello de la moda. Por cierto que era una lectura
monotemática, el final era el mismo en todas, la joven pobre “Insoportablemente bella” se casaba siempre con el joven
“sumamente” rico.
El encuentro con las obras clásicas fue algo
totalmente diferente, la imaginación se desbordó, lo real y lo imaginario
confluían y el deseo de leer fue más
intenso, siempre le estaré agradecido a ese vecino que valoró mi interés por la
lectura y me suministraba libros como Los
Tres Mosqueteros (Alexandre Dumas), La Madre (Máximo Gorki), Los Miserables (Víctor Hugo) etc. En
este momento decido organizar mi biblioteca y adquiero la enciclopedia de “Los Clásicos”,
que contiene una variedad de autores y antologías impresionantes (Vasari,
Shakespeare, Rosseau, Platón, Aristóteles Tirso de Molina…), las grandes
novelas de amor: María (Jorge
Isaac), La Amante de lady Chaterly
(D.H.Lawrence), Jean Eyre (Charlotte
Bronte) Justine (Lawrence Durcel) y
obras como Don Quijote de la Mancha
(Miguel Cervantes y Saavedra), Sidharta
(Herman Hesse), La comedia humana
(Honore de Balzac), La Metamorfosis (Frank
Kafka), El Principito (Antoine de
Saint-Exupery), Orlando (Virginia
Wolf), La Guerra y la Paz (León
Tolsoti), La Romana (Alberto
Moravia), En busca del tiempo perdido
(Marcel Proust), Hojas de Hierba (Walt
Whitman), El Retrato de Dorian Gray (Osar
Wilde), La nausea (Jean Paul Sartre),
Desciende Moises ( William Faulkner) no podían faltar los latinoamericanos de la época, Los Premios (Julio Cortázar), Cien años de soledad (Gabriel García
Márquez), El libro de los abrazos (Mario
Benedetti), Memorial de Isla negra (Pablo
Neruda), Conversación en la Catedral
(Mario Vargas Llosa), El Túnel (Antonio
Sábato). Por último, los autores
dominicanos: Enriquillo (Manuel de Jesús
Galván), Baní Engracia y Antoñita (Francisco
Gregorio Billini), Over (Marrero
Aristy) Cuentos escritos en el exilio
(Juan Bosch), El Cristo de la Libertad
(Joaquín Balaguer), Una escalera para
Electra (Aida Cartagena Portalatín) y los sancristobalenses La Sangre (Tulio Cesteros), Soliloquio
de una madre (Sócrates Barinas Coiscou) y El silencio del Caracol (Diógenes Valdez / Premio Nacional de
Literatura 2005), cuya amistad me estimuló a entrar de lleno en el mundo de la
creatividad literaria a partir de la lectura de sus obras, formando parte del círculo
exclusivo de sus lectores, a los cuales le suministraba sus trabajos más
recientes antes de enviarlos a publicar o a concursar.
Los primeros libros que ilustré fueron de Diógenes
Valdez “La Telaraña”, “Todo Puede Suceder un día” (Premio Nacional
de José Ramón López 1982) y “Los Tiempos
Revocables” (Premio Siboney de Literatura 1983); con los mimos adquirí la
destreza de la ilustración pura, extraer las imágenes de los textos
determinando la primera impresión visual de la obra… su portada.
Después de toda esta experiencia decidí escribir
versos, los cuales fluían a partir de mis vivencias diarias, de mis emociones y
de hacer mías la de otros en una proyección de desdoblamientos sentidos… y
nació en mi… momento a momento… día a día…
la poesía por siempre.
Los métodos utilizados para elegir una obra era: de las
citas de las lecturas de otras obras, de
la lista de los libros favoritos de un autor famoso por ejemplo, la de Mario
Vargas Llosa: El corazón de las tinieblas(1902),
Josep Conrad, El Gran Gatsby (1925),
Francis Scott Fiztgerald, La Señora
Dalloway (1925), Virginia
Woolf, Trópico de Cáncer (1934),
Henry Miller, Auto de fe (1936),
Elias Canetti, Lolita (1955), Vladímir Nabokov, El Doctor Zhivago (1957),
Boris Pasternak, El Gatopardo (1957),
Giuseppe Tomasi de Lampedusa,
Opiniones de un payaso (1963), Heinrich Böl,
de artículos escritos por
literatos consagrados; recuerdo que conocí la obra de “Sinuhé el Egipcio” de Mika Waltari por un escrito de la autoría del
profesor Juan Bosch; eso sí tenía siempre conmigo, un diccionario como
compañero de lectura.
Antes de terminar quisiera expresarles que hay un
libro muy especial, y que debe estar no sólo en nuestra biblioteca, sino en
nuestras vidas; primero lo leí como una obra literaria y después con el
sentimiento de la fe. Para mí el más completo, sumatoria de literal del ser
humano, síntesis de emociones, pleno de verdad y poesía… La Biblia.
Como ven el camino literario recorrido está
basamentado en una fructífera lectura desde la antigüedad hasta nuestros días,
tener presente que como expresan Ronlad Barker y Robert Escarpit “ los
escritores son lo que son los lectores; la riqueza y la vitalidad de la
producción intelectual de un país dependen del desarrollo de la industria del
libro y de la implantación del hábito de leer en dicho país; el escritor
concibe un propósito que es a la vez pensamiento y expresión, y que se elabora
simultáneamente como concepto de ideas, imágenes, de razonamientos y como
fabricación de objetos-vocablos y de objetos-frases, las experiencias vividas
por el autor”; escribe para los demás, con la convicción de llevar un mensaje
de aprendizaje, altruista, claro, holístico, de aporte al desarrollo de su
comunidad, de su pueblo, del mundo, que el
ser para los demás, “sea imborrable”, para toda la vida.
A ustedes, jóvenes meritorios les exhorto que a partir
de hoy aprovechen su tiempo al máximo, una parte del mismo dedíquenlo a la
lectura, la cual les ayudará a crecer interiormente y a lograr una idónea
comunicación con sus semejantes.
Gracias
San
Cristóbal, 1 febrero 2014.
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