Ligia Minaya
Denver, Colorado
Si se quiere llorar, se debe hacerlo.
Si se está triste, es saludable
refugiarse por un tiempo en la tristeza. Ya tendrás tus motivos. Si el dolor se
esconde en el pecho, canta a ese dolor.
Cuando pasan los años una se da
cuenta de que la vida ya no es la misma. Los sueños, las esperanzas, los
deseos, son otros. Los amigos y las amigas de infancia, de juventud, incluyendo
a los hermanos y los primos, ya no están junto a nosotros. Unos se han ido,
otros nos han olvidado y algunos están tan lejos que es difícil contactarlos.
Por eso ahora, con muchos años, hay que vivir despacio. Atender con mucha
atención lo que nos pide el cuerpo. En la juventud nos exigía bailar todos los
fines de semana y regresar a casa al amanecer, comer cuanto deseábamos a
cualquier hora, amar una y otra vez y volver a enamorarnos. En fin, que
hacíamos los días a nuestra forma y de manera rápida, a veces sin pensar en lo
que hacíamos. Ahora, todo es distinto. Aun así, cuando pasan los años, lo mejor
es ver la vida con calma, mirar el cielo, las estrellas, los árboles, los ríos,
los mares, las montañas, volver a escuchar aquellas canciones que tanto nos
gustaban, como parte de nosotros mismos. Ahora también es bueno caminar
despacio por las calles y avenidas mirando quién pasa nuestro lado.
También es bueno recordar los errores
cometidos sabiendo que con la reflexión se convirtieron en experiencia. Y nos
dará risa volver a ver las ingenuidades y sentir que ya no es lo mismo. Si se
quiere llorar, se debe hacerlo. Si se está triste, es saludable refugiarse por
un tiempo en la tristeza. Ya tendrás tus motivos. Si el dolor se esconde en el
pecho, canta a ese dolor. Que luego, con el paso del tiempo vendrá la calma, el
alivio, el consuelo, el descanso. Por favor, no te lleves de ese ser que te
dice que no llores, que no sufras. Llorar, lamentarse, ayuda el alma. Pero ese
ser te dice que no te sientas mal porque no quiere conocer a fondo lo que te
pasa, ni el porqué, ni el cómo, te duelen los agravios y las ausencias. Si no
quieres sufrir, mira dentro de ti para que sepas que sufrir y llorar tiene sus
motivos y sus alivios. Todo tiene una causa. En la vida están las buenas y las
malas, y muchas veces llegan sin avisar, sin que una sienta los pasos con que
se acercan.
Cada quien tiene una celda donde se
alojan los malos recuerdos. Con ella hay que acostumbrarse a vivir y habrá que
limpiarla, ponerle música, flores y tratar de que, cada día que entremos en
ella, sea menos cruel. Hay que darle costumbre a la riqueza y a la pobreza, a
la salud y a la enfermedad, a la soledad y la compañía. ¿A quién debes seguir?
A nadie. Cuando sigas a alguien, ya adulto, habrás dejado se seguir tu verdad.
No todo es bueno en sí mismo. Los seres humanos tenemos que alcanzar lo que nos
acomoda, no lo que otros quieren. A veces el silencio es una solución. Reflexiona
sobre lo que deseas, sobre lo que buscas y será algo que sale del corazón y se
refugia en la mente, y luego toma decisiones. Si resultan buenas, amén. Si no
lo son, guarda silencio, piensa y vuelve a actuar.
Nuestra vida ya no es la misma.
Pensar, reflexionar, meditar, silencio, canciones, buenos recuerdos, nos hará
sonreír.
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/ Saudades /19 oct. 2013
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