martes, 15 de febrero de 2022

PATANGRUEL ENCUENTRA UN LIMOSÍN QUE TEGIVERSA LA LENGUA FRANCESA. Francois Rabelais.




FRAGMENTO

-¿Y como pasáis el tiempo en París los señores estudiantes?-volvió a preguntar Patangruel.

-Transfretamos la ribera sequana desde el dilúculo hasta el crepúsculo; deambulamos por los compartimientos y las vías de la urbe; espumamos la verbocinación latial; como verosímiles amorhabientes, nos captamos la benevolencia del omnipotente, omniforme y omnigenuo sexo femenino. Ciertos dilículos nos inmiscuimos en los lupanares de Champ-gail-llard, Matcon, Cul-de-sac-de-bourbon, de Huslien, etcétera, y en éxtasis venéreo, inculcamos nuestras véretras en los penitentes receptáculos de las pudendas de aquellos meretrículos amigabilísimos; después aprehendemos en las tabernas meritísimas de la Pomme, Castell, Madeleine y Mulle, bellas espáldulas de carnero, perforaminadas de perejil, y si por fuerte fortuna hay raridad o penuria de pecunia en nuestras escarcelas y están exhaustas del metal ferrugíneo para el escote, dimitimos nuestros códices y vestidos, pignorados hasta la llegada de loís tabularios procedentes de los penates y lares patrios.

-Pero ¿Qué diablos de lenguaje es éste?-objetó Patangruel-. ! Por Dios, que tú eres algún herético!

-Señor, no: porque libentísimamente, en cuanto ilucerce un minutículo del día, emigro a uno de esos tan bien arquitectados monasterios y allí, irrigándome de hermosa agua listral, mastico un pedazo de cualquiera mística precación de nuestros sacrificifices y mascullando además mis precificas horas hago abstersión en mi alma de las iniquidades nocturnas. Yo reverencio a los molipícolas. Yo venero latrialmente al sobrenatural astripotente. Yo amo a mis prójimos. Yo guardo las prescripciones decalógicas, y según el poderículo de mis fuerza, no me aparto de ellas un negrículo de uña; si bien es cierto que, a causa de que la fortuna no superpurgita gota en mis alcancías, soy un poco raro y lento para supergurgitar la limosna a estas gentes pidientes de su estipendio ostialmente.

Mierda! ¡Mierda!- gritó Pantagruel-. ¿Qué quiere decir ese loco? Yo creo que nos forja aquí un lenguaje diabólico y nos encanta como un fascinador.

-Señor- le dijo uno de sus compañeros-, sin duda ese buen mozo quiere tergiversar la lengua de los parisienses; pero no hace más que descortezar el latín y señalar pretensiones de pindarizar; sin duda creo que es un gran orador en lengua francesa, porque retuerce la manera ordinaria de hablar.

GARGANTUA Y PANTAGRUEL. Francois Rabelais. Biblioteca Edaf .1972


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