martes, 4 de mayo de 2021

BELLAS ARTES (La Revue Francaise) / Ing. Emile de Boyre Moya.

 



El arte en la Republica Dominicana, especialmente en lo que respecta a la pintura, la escultura y las artes aplicadas, ha experimentado un sorprendente desarrollo durante los 25 años, como consecuencia del nuevo sentido de la vida insuflado en la conciencia del pueblo dominicano, en cinco décadas de paz y de superación individual y colectiva.

Hasta el 1930, solo esporádicas manifestaciones de diletantismo artístico apuntaron en el país, si admirables como frutos de loables empeños, incapaces de definir un ambiente de arte, en armonía con las grandes corrientes renovadoras que han vendo sacudiendo el espíritu del hombre contemporáneo; y, menos aún, de ser precursoras de una conciencia artística de característica universal.

Por un lado la escuela creada y organizada de acuerdo con las más avanzados precipicios pedagógicos, en lo que a la enseñanza de las artes se refiere;  y por otro, las orientadoras corrientes artísticas que hoy fecundan campos de renovación en el mundo civilizado y que ya han hecho del país tierra propicia para su frutecimiento, han transformado totalmente el pensar y el hacer de las nuevas generaciones dominicanas que hoy, gracias a tales influjos, encamina sus pasos hacia el logro de una ata expresión al través del arte.

Consecuencia de ello fue la sustitución del tradicionalismo novecentista europeo, prevaleciente, más o menos, hasta la fecha ya ubicada, con un arte pictórico y escultórico más en consonancia con el espíritu de la época, sin menospreciar la realidad local, sino, por el contrario, robusteciendo cada vez más nuestras vivas raíces dominicanistas.



Valores representativos de este movimiento de renovación artística los son: Darío Suro, remodelado en la escuela azteca, como consecuencia de sus estudios en México; José Gausachs, de la escuela catalana; José Fulop, prototipo en el país de la pintura abstracta; Mounia L. André, de concepciones místicas; José Velazanetti, pintor de nacionalidad  española, pero su formación dominicana, a quien se debe la introducción y florecimiento del muralismo en el país; y Jaime Colson, quien a su regreso de Europa, donde con anterioridad estructurό su personalidad dando a su obra hondo contenido humano, se incorpora a dicho movimiento con luz propia.

También se agrega a este movimiento, con fuertes alientos de renovación, otros pintores dominicanos de origen tradicionalista, pero apegados a la realidad dominicana, tales como Celeste Wos y Gil, Nidia Serra y Elsa Divanna, galardonados en distintas exposiciones bienales celebradas en Ciudad Trujillo.

Alrededor de los valores arriba indicados, verdaderamente influyentes en el movimiento de renovación y formación de la nueva generación de pintores dominicanos que, por otra parte, se inicia en la Escuela Nacional de Bellas Artes, fundada en el año 1942, es que la pintura dominicana del presente comienza a revelar sus primeras realizaciones dentro del amplio campo del arte pictórico moderno.

Dario Suro por ejemplo, fluye, en su medios de expresión, en Yoryi Morel, Clara Ledesma, Marianela Jiménez, Eligio Pichardo, Domingo Liz, Silvano Lora, no obstante diferir entres si la temática de sus obras; la influencia de José Gausachs se advierte en Gilberto Hernández Ortega, Noemí Mella, Mariano Eckert Canals y Luis José Álvarez; y José Vela Zanetti encuentra aprovechado seguidor en la pintura mural, que él ha llevado en el país a su máxima expresión, en Eligio Pichardo, que, con Clara Ledesma y Hernández Ortega, introducen en la pintura dominicana “el elemento humano con un máximo de cometido espiritual”.



Completan el panorama Antonio Prats Ventos, Antonio Toribio, Luis Martínez Richiez, Ana Francia Bonnet y Aida Roques, quienes también son destacados escultores de la nueva generación; y los pintores Paul Giudicelli. Luis José German del Monte y Gilberto Fernández Diez.

En la Escuela Nacional de Bellas Artes, centro gestor de promisores frutos, hoy bajo la dirección del pintor José Vela Zanetti, muralista ya de fama internacional, la juventud amante de la pintura y demás ramas de las artes plásticas prosigue en las faenas de su formación artística, con miras de aportar nuevos valores a la pintura dominicana, encaminada por rumbos de universalidad dado el notable influjo que en su desenvolvimiento han ejercido las más modernas corrientes pictóricas que hoy florecen en el mundo de la civilización y la cultura.

Ambas circunstancias, escuelas y corrientes pictóricas modernas, dirigidas hacia un mismo propósito de superación, han permitido, por otra parte, la presencia de los pintores dominicanos en exposiciones extrajeras internacionales en las cuales han conquistado honrosos triunfos, tales como los galardones obtenidos por Nidia Sierra, Clara Ledesma y Alma Delgado en la Exposición celebrada en Rio De Janeiro el 4 de julio de 1948, por Eligio Pichardo en la 1era Exposición Bienal Hispanoamericana de Artes Plásticas de Madrid, y, recientemente por José Vela Zanetti realizador de uno de los grandes murales del edificio de las Naciones Unidas, en New York, y ganador del gran premio de dibujo en la III Exposición Bienal Hispanoamericana que acaba de celebrarse en Barcelona España.

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