El arte en la Republica Dominicana, especialmente en lo que respecta a la
pintura, la escultura y las artes aplicadas, ha experimentado un sorprendente
desarrollo durante los 25 años, como consecuencia del nuevo sentido de la vida insuflado
en la conciencia del pueblo dominicano, en cinco décadas de paz y de superación
individual y colectiva.
Hasta el 1930, solo esporádicas manifestaciones de diletantismo artístico
apuntaron en el país, si admirables como frutos de loables empeños, incapaces
de definir un ambiente de arte, en armonía con las grandes corrientes
renovadoras que han vendo sacudiendo el espíritu del hombre contemporáneo; y,
menos aún, de ser precursoras de una conciencia artística de característica universal.
Por un lado la escuela creada y organizada de acuerdo con las más avanzados
precipicios pedagógicos, en lo que a la enseñanza de las artes se refiere; y por otro, las orientadoras corrientes
artísticas que hoy fecundan campos de renovación en el mundo civilizado y que
ya han hecho del país tierra propicia para su frutecimiento, han transformado
totalmente el pensar y el hacer de las nuevas generaciones dominicanas que hoy,
gracias a tales influjos, encamina sus pasos hacia el logro de una ata
expresión al través del arte.
Consecuencia de ello fue la sustitución del tradicionalismo novecentista
europeo, prevaleciente, más o menos, hasta la fecha ya ubicada, con un arte pictórico
y escultórico más en consonancia con el espíritu de la época, sin menospreciar
la realidad local, sino, por el contrario, robusteciendo cada vez más nuestras
vivas raíces dominicanistas.
Valores representativos de este movimiento de renovación artística los son:
Darío Suro, remodelado en la escuela azteca, como consecuencia de sus estudios
en México; José Gausachs, de la escuela catalana; José Fulop, prototipo en el
país de la pintura abstracta; Mounia L. André, de concepciones místicas; José
Velazanetti, pintor de nacionalidad
española, pero su formación dominicana, a quien se debe la introducción
y florecimiento del muralismo en el país; y Jaime Colson, quien a su regreso de
Europa, donde con anterioridad estructurό su personalidad dando a su obra hondo
contenido humano, se incorpora a dicho movimiento con luz propia.
También se agrega a este movimiento, con fuertes alientos de renovación,
otros pintores dominicanos de origen tradicionalista, pero apegados a la
realidad dominicana, tales como Celeste Wos y Gil, Nidia Serra y Elsa Divanna,
galardonados en distintas exposiciones bienales celebradas en Ciudad Trujillo.
Alrededor de los valores arriba indicados, verdaderamente influyentes en el
movimiento de renovación y formación de la nueva generación de pintores
dominicanos que, por otra parte, se inicia en la Escuela Nacional de Bellas Artes,
fundada en el año 1942, es que la pintura dominicana del presente comienza a
revelar sus primeras realizaciones dentro del amplio campo del arte pictórico moderno.
Dario Suro por ejemplo, fluye, en su medios de expresión, en Yoryi Morel, Clara
Ledesma, Marianela Jiménez, Eligio Pichardo, Domingo Liz, Silvano Lora, no
obstante diferir entres si la temática de sus obras; la influencia de José
Gausachs se advierte en Gilberto Hernández Ortega, Noemí Mella, Mariano Eckert
Canals y Luis José Álvarez; y José Vela Zanetti encuentra aprovechado seguidor
en la pintura mural, que él ha llevado en el país a su máxima expresión, en
Eligio Pichardo, que, con Clara Ledesma y Hernández Ortega, introducen en la
pintura dominicana “el elemento humano con un máximo de cometido espiritual”.
Completan el panorama Antonio Prats Ventos, Antonio Toribio, Luis Martínez
Richiez, Ana Francia Bonnet y Aida Roques, quienes también son destacados
escultores de la nueva generación; y los pintores Paul Giudicelli. Luis José
German del Monte y Gilberto Fernández Diez.
En la Escuela Nacional de Bellas Artes, centro gestor de promisores frutos,
hoy bajo la dirección del pintor José Vela Zanetti, muralista ya de fama
internacional, la juventud amante de la pintura y demás ramas de las artes
plásticas prosigue en las faenas de su formación artística, con miras de
aportar nuevos valores a la pintura dominicana, encaminada por rumbos de
universalidad dado el notable influjo que en su desenvolvimiento han ejercido
las más modernas corrientes pictóricas que hoy florecen en el mundo de la
civilización y la cultura.
Ambas circunstancias, escuelas y corrientes pictóricas modernas, dirigidas
hacia un mismo propósito de superación, han permitido, por otra parte, la
presencia de los pintores dominicanos en exposiciones extrajeras
internacionales en las cuales han conquistado honrosos triunfos, tales como los
galardones obtenidos por Nidia Sierra, Clara Ledesma y Alma Delgado en la
Exposición celebrada en Rio De Janeiro el 4 de julio de 1948, por Eligio Pichardo
en la 1era Exposición Bienal Hispanoamericana de Artes Plásticas de Madrid, y,
recientemente por José Vela Zanetti realizador de uno de los grandes murales
del edificio de las Naciones Unidas, en New York, y ganador del gran premio de
dibujo en la III Exposición Bienal Hispanoamericana que acaba de celebrarse en
Barcelona España.
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