Ligia Minaya
Denver, Colorado
Se dicen palabras al viento que si
uno las toma de la mano, se interpretan de otra forma y se da cuenta que los
corruptos son ladrones.
La interpretación de las palabras es
algo que lleva a creer que las cosas que se dicen son de una buena manera o de
manera contraria. Por ejemplo, felicidad, es algo que significa alegría,
bienestar, bonanza, goce, júbilo, satisfacción y muchas cosas buenas que nos
pasan en la vida. Sin embargo, algunos creen que la felicidad es eterna,
perenne, para siempre, y no es así. La vida tiene tan solo unos momentitos de
felicidad que hay que saber disfrutar aunque ocurran solo por un minuto. Si te
encuentras con esa amiga que hace años no veía, que tu nieto o tu hijo tengan
buenas notas en la escuela, que tu salud esté buena o haya mejorado, eso es ser
feliz. Y hay que saberlo apreciar, gozarlo, sonreír, recordarlo por siempre y
para siempre.
Pero existen palabras que llevan al
dolor, al arrepentimiento, según salgan de la boca de quien las dice. Sobre
todo en boca de los abogados, de los fiscales, de los jueces. Las leyes han
sido promulgadas y traen un marco que, como una fortaleza, encierra lo que es
un delito, un robo, un crimen, un asalto, la corrupción y otras tantas cosas más.
Pero la vida de los seres humanos cambia de un momento a otro. Lo que ayer era
delito hoy se dice de otro modo. La corrupción no tiene los matices ni las
forma de un robo. El corrupto no roba un carro, un celular, ni asalta a un
comerciante. Los corruptos se meten el dinero ajeno en el bolsillo y no es un
robo ¿y entonces? ¿No se han apoderado de lo que no es suyo? No, la ley los
disfraza con trajes de elegancia, con casas enormes y bonitas, con carros
preciosos y muy caros y millones de pesos y dólares. Sin embargo, aún se
sometan a la justicia, a los que les toca buscar pruebas para meterlos a la
cárcel, se las ingenian para darle interpretación a su manera.
Se dicen palabras al viento que si
uno las toma de la mano, se interpretan de otra forma y se da cuenta que los
corruptos son ladrones. Dice el refrán que todo es según el cristal con que se
mira. Por eso, unos miran los hechos desde un punto y otros lo miran desde
otro. Y así van las cosas en la vida. Basta buscar un buen abogado que sepa
poner las palabras con notas y colores "adecuados", para que aquel
que comete un crimen o un delito sea declarado "no culpable". Aún
así, les toca a los jueces y a los fiscales ver cada cosa del tamaño que en
verdad tiene. Por eso, hablar en público puede llevar a una buena o mal
interpretación. Si te dicen ven, depende para donde vayas. Si te dicen vete,
sabrá Dios para qué te lo dicen. Y el tono con que se habla es para subrayar
cada palabra.
Con los políticos pasa igual. Dicen y
no dicen. Escuchan y no comentan. Insultan y dicen "donde dije digo, dije
Diego". Si les conviene aprueban. Si no les conviene, interpretan de otra
forma. Muchas veces se quedan callados y miran para otro lado. Entonces, quizás
sea bueno, que nosotros los que no somos de una cosa ni de otra, solo
ciudadanos que queremos lo mejor para nuestro país, al escuchar lo que dicen,
pongamos las palabras a remojar en agua de sal y con una gotitas de limón.
Diariolibre.Com. SAUDADES|06 jul 2013
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