Ese que viene subiendo la cañada después de cruzar el arroyo, es el abuelo.
Tiene más de 90 años enroscado entre os huesos pero camina por todos los
caminos.
Su voz quebrada suena levantada y poco caso hace a las danzas que bailan
sus venas en el cuello.
Tiene un brillo de experiencia presente en el centro de los ojos y unos
parpados caídos que quieren cerrarle el horizonte.
Cuando se mueve niega toda laxitud y toda bajada. El vértigo de surcos que
lo pueblan parce estar ausente.
Ha tomado en sus manos un tallo del
camino y lo mantiene por detrás del cuerpo, cerrados los puños y
apretado a los muslos. Eso quiere decir que viene distraído.
¿Qué pensará el abuelo?
Está pensando en aquella vez que salió del campo a sitiar la capital porque
los de allá pretendan anexionar a su naciente patria a os Estados Unidos.
Se ha sonreído el abuelo.
Recuerda entonces que salió como soldado y regreso de general. De tan alto
rango solo conservo el nombre porque en esos tiempos los ejércitos eran
momentáneos como las circunstancias que lo generaban.
Luego su vida ha sido la agricultura, ha dedicado a ella todos sus
esfuerzos; tiene la esperanza de conseguir horadamente con que vivir
decentemente sus últimos años.
A todo esto nadie ha explicado al abuelo que la esperanza vive en las ideas
del futuro.
El abuelo parece un muchacho. En su afán de demostrar juventud, cada vez
que se encuentra con algún conocido, lo saluda poniendo una cara muy solemne a
la vez que le aprieta las manos de tal forma que quede bien claro su gran
vigor. Algunos no demuestran el menor dolor. Otros si de cualquier forma tras
ese rostro de gran seriedad aguza todos sus sentidos para captar la menor
muestra de debilidad del saludado e iniciar una disertación sobre los tiempos
pasados y los presentes y sus respectivas dietas alimenticias; disertación que
podría prolongar al asunto de la contaminación ambiental y sus afines.
El abuelo se ha pasado el día muy triste, ha visto caerse el roble que está
en el centro del conuco y se ha pasado toda la mañana a su lado. Nunca lo ha
visto con la mirada tan perdida.
Ni siquiera cuando le mataron a su nieto Petronio por revolucionario, en el
callejón aquel, lleno de lodo; indefenso y todo hecho un cadáver de tanto
sufrir por la causa.
Ni cuando murió mama tata que tanto lo acompaño en aquellos tiempos.
Tampoco cuando cayó su hermano remigio salvándole la vida en el atentado
que le hicieron en la fiesta de Bartolo por ¨boca dura¨.
Nunca, nunca estuvo así.
Se ha levantado y parece que para hacerlo hubiera tenido que levantar todos
sus recuerdos de un solo tirón. Y así ha sido.
Aunque los recuerdos no pesen, estos le han pesado al abuelo. Tal vez
porque han sido muchos y han estado juntos.
Le han saludado y ha dado la mano blandamente; la expresión de su rostro ha
estado como un pizarrón en blanco.
EL ABUELO HA MUERTO
Dicen que murió de pena. Se ha quedado dormido sobre el tronco de ese roble
vencido por el tiempo. Sus ojos están abiertos. Miran las ramas secas que se
entrelazan con la tierra empapada en esa agua llevada y atraída por los canales
que el mismo construyό.
En medio del conuco nunca ha habido un roble; apenas hubo un deseo de vivir
y una ilusión.
El abuelo tenía sembrada su esperanza en medio del conuco.
Pasado en claro el 25 de mayo de 1980.
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