Podría ser motivador el título pero
no lo es. Ciertamente para los humanos que nos ha tocado esta pandemia, una
peste de tantas otras que han sucedido en el pasado, determinaría un antes y un
después. El antes lo conocemos. El después es un nuevo mundo y hacia allí vamos
en loca carrera.
Seguiremos preocupados por el
medioambiente mientras un significativo porcentaje de los millones de desechos
en mascarillas, guantes desechables, desinfectantes, etc., van a parar a los
ríos que cruzan las ciudades y pueblos y eventualmente a los mares. Ríos y
mares con graves problemas heredados de contaminación y sobreexplotación.
Más de 94,000 árboles se talan cada
día en el planeta para la fabricación de papel higiénico que va a nuestros
traseros. No son talas en masas forestales de proyectos sostenibles en mayor
proporción; provienen de bosques vírgenes (los que aún quedan). La mayoría de
los consumidores se resiste a comprar los papeles alternativos como los
reciclados o los fabricados con bambú porque son más caros... ya estamos viendo
la factura de la Naturaleza. Nos está saliendo más cara la sal que el
chivo.
Adoramos nuestras mascotas (me
incluyo) pero consumimos carnes como carnívoros enloquecidos (me incluyo) sin
querer ver las imágenes de los mataderos de animales. Aparte del desmonte para
cría extensiva de ganado y la sobrecarga de metano a la atmósfera que genera el
estiércol.
El estiércol generado en los sistemas
ganaderos puede provocar impactos ambientales negativos si no existe un control
en el almacenamiento, el transporte o la aplicación, debido a la emisión de
gases contaminantes hacia la atmósfera, y la acumulación de micro y macro
nutrientes en el suelo y en los cuerpos hídricos superficiales (Pinos/García).
La industria aviar, con los
veinticuatro billones de pollos a nivel mundial, es una bomba de tiempo para
que surjan nuevos virus que son oportunistas dentro de especies con muchas
réplicas genéticas e intensa interconectividad entre esas copias. Quizás
veremos un virus 5 veces más letal con una tasa de contagio diez veces más alta
en un futuro no muy lejano.
En este nuevo mundo al que entramos
con una mezcla curiosa de esperanza e incertidumbre seguiremos cuestionando los
políticos mientras los validamos votando por ellos, una y otra vez, junto a sus
añejas fórmulas ya más que conocidas, siempre en coordinación con los intereses
del sector privado, cuyo nombre es justo: privan a la gente de su felicidad
integral. Pero lo permitimos como sociedades. Por lo tanto, son males deseados.
Más allá de los motivadores mensajes compartidos por las redes sociales, solo
el poder político posibilita o no las cosas con amplia cobertura y permanencia,
sin lucrar, en teoría.
Vamos hacia un nuevo mundo
"solidario" donde el individualismo, la depredación social y
medioambiental continuarán. La misma voracidad acumulativa no apaciguará. El
lucro, la rentabilidad, las utilidades, el beneficio, esos colosos no nos
abandonarán porque sencillamente los adoramos. En el nuevo mundo seguiremos
como adoradores del dinero y nuestros apetitos que degeneran la calidad de lo
natural, lo equilibrado, lo armonioso, continuarán corroyendo lo que heredamos
del viejo mundo pre Covid-19.
¿Qué hacer? ¿Esperar que las fuerzas
resultantes decidan por nosotros, eventualmente? Exponer la gravedad de la
doble moral que mostramos tomando como ejemplo el papel higiénico, de entre
muchos otros no menos importantes. El consumo de unos 384 árboles por persona
durante toda su vida, solo para cuestiones de higiene personal, es
evidentemente catastrófico.
Conocemos los males que arrastramos
en todo el mundo hasta diciembre del 2019. Los medios manipulados nos
bombardearon con datos interesados y los medios independientes los
contrarrestaron con otros opuestos. En algún lugar intermedio buscamos una
verdad elusiva que estaba muy enterrada entre estadísticas y discursos
recetarios.
La mentira, la hipocresía, el
oportunismo, un capitalismo depredador, el consumismo intenso, todos seguirán
siendo activos apreciables. Donde hay aparente solidaridad hay escondido un
gesto comercial y empresarial buscando alguna ventaja. Pero el gesto no es tan
superficial e inocente. Es una gigantesta máquina devoradora. Nada nuevo que se
perpetuará porque así lo decidimos, ya que nosotros ponemos el sello de
aprobación.
Casi todas las actividades
productivas humanas involucran algún tipo de depredación y degradación del
medioambiente y de los recursos naturales. La industrialización es un proceso
contaminante y de paso, succionador de tiempo y esfuerzo de la gente. Muchos de
los alimentos que consumimos son tan procesados hasta niveles de refinación que
está comprobado el daño que causan a la salud.
Ir a trabajar es casi lo mismo que
decir: vamos a depredar. Nosotros somos los virus más letales de nuestro
planeta, sin cura aparente. No podemos dejar de trabajar para producir/consumir
y depredar en el proceso. Pensarlo de otra manera es irresponsable. Además
seguimos perfeccionando la gran herramienta que permite acumular sin fin, el
dinero. Algo que ya es, en un noventa y dos por ciento, bits de información
financiera interbancaria: dinero digital.
Y es precisamente esa herramienta el
gran motor que mueve los ejes depredadores en todas las esferas productivas
mundiales. En el nuevo mundo, papeleta seguirá matando a menudo. No habrá muros
de contención contra la avaricia demoledora que nos viene del mundo viejo que
culminó hace apenas unos meses.
La huella de carbono de la industria
papelera implica, al menos, 420.000 toneladas de dióxido de carbono, al año,
sin contar el resto de gases invernadero. No solo se calcula a partir de las
emisiones, sino también en base a la cantidad de masa forestal que destruye.
Los bosques son uno de los sumideros de carbono principales, capaces de
convertir parte de los gases de efecto invernadero en aire rico en oxígeno.
Talándolos destruimos esa capacidad regenerativa.
La deforestación no solo supone una
destrucción del sumidero de carbono, sino que implica la pérdida del hábitat de
millones de especies, reduciendo la biodiversidad. El bambú es capaz de
capturar tanto como 400 por ciento de carbono por unidad de área, mientras que
libera 35 por ciento más oxígeno que los árboles. Si deseamos un nuevo mundo,
podemos empezar con este pequeño paso: reducir dramáticamente el consumo de
papel higiénico -100% pulpa virgen- y cambiar al reciclado o de fibras
alternativas como el bambú.
Atal Bihari Vajpayee, exprimer
ministro de la India escribió:
La planta del bambú es el oro verde
del hombre pobre: una persona puede sentarse en una casa de bambú bajo un techo
de bambú, sentado en una silla a una mesa hechas del mismo bambú, con un
sombrero de bambú en la cabeza y calzando sandalias de bambú. Al mismo tiempo
puede sostener con una mano un plato de bambú, y en la otra, bastoncitos de
bambú que le servirán para comer retoños de bambú. Después de haber consumido
su almuerzo, cocinado sobre un fuego alimentado por la combustión del bambú, la
mesa podría limpiarse con un paño de fibras de bambú, mientras se refresca con
un abanico de bambú, durmiendo la siesta en una cama sobre un colchón y una
almohada hechos todos de bambú. Despertando, podría escribir con una pluma de
bambú sobre papel de bambú, para después llevar a vender artículos en cestas de
bambú sostenidas con un asta de bambú, cubriéndose con una sombrilla de bambú.
Podría atravesar un puente suspendido construido exclusivamente de bambú, beber
agua de un tubo de bambú, y secarse la cara con un pañuelo obtenido con las
fibras del bambú.
Entonces, nosotros le agregamos:
tendremos en la República Dominicana papel higiénico, servilletas, papel toalla
y faciales, todos obtenidos de pulpa de bambú. Con ello aportaremos, en la
práctica, a un nuevo mundo con acciones concretas. Predicaremos con el ejemplo
y exportaremos nuestra experiencia y nuestros productos derivados del bambú que
sembraremos y al que daremos valor agregado.
Dios (cualquiera que sea tu idea de
Él, como en Desiderata) ya nos ayudó dándonos vida y planeta. En retorno,
destruimos vida y planeta. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo aportar en el nuevo
mundo? Escribo artículos esperando que al menos ochenta personas los lean, de
los cuales tal vez veinte los aprecien en cierto grado y cinco los ponderen
seriamente. Exponer estas ideas aunque muchos piensen que el quijotismo está
desfasado. El humano entra al nuevo mundo siendo el mismo.
No estamos pensando más en el
bienestar del prójimo en medio de la peste que en nuestro negocio o trabajo. En
el nuevo mundo estarán presente los viejos hábitos y patrones de
comportamiento. Así el uso de mascarillas, guantes y desinfectantes hasta que
el virus ya esté en modo pasivo. La angustiante existencia de producir a
cualquier costo para consumo y pago de nuestros débitos no cederá.
Somos y seremos los mismos. Un nuevo
mundo tan parecido al que lo precede que nos da igual... solo queremos que
termine la pandemia y retornar a nuestra habitualidad. ¿Cambio climático,
contaminación, corrupción, degradación, estupidez? ¿Éso importa en el nuevo
mundo? No, no importa. Cuando vaya al inodoro y use su papel higiénico favorito
-100% de pulpa virgen-, piense si estas líneas también han llegado a esa parte
sensible de su anatomía... en este nuevo mundo.
agustinperozob@yahoo.com
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