Usted también
podrá hacerse su propia teoría de porque somos como somos.
Tal vez el poco
acceso a una educación más definida e integral nos ha hecho permanecer con un
grado más amplio de autenticidad. O quizás porque las costumbres nuestras son más
cómodas y fáciles de llevar y aplicar, nos mantenemos anclados a norma sy
actitudes con las que no queremos ni pretendemos romper relaciones.
Espontáneamente
gentil y servicial, oceánicamente abierto, y sinceramente generoso, así es la
mayoría de nuestro pueblo, devoto y fervoroso de sus creencias religiosas.
Bastante alejado
aun de la malicia con que hay que convivir en las grandes urbes, el dominicano
promedio es bueno.
Aficionado con
pasión a los deportes, sobre todo al beisbol, a las peleas de gallo, a las
carreras de caballos y a la Lotería, y amante de un merengue que, más que en
los oídos, parece vivir en su misma sangre.
Como la mayoría
de los pueblos de América, hemos estado sometidos a una serie de avatares y
circunstancias que podrían haber cambiado regularmente nuestro comportamiento,
pero prevalece lo ancestral y nuestra actitud en términos generales, es todavía
inherente a la colonización y desarrollo de la etnia.
Ante el acoso,
comulgan ambos genes, y aunque la relación puede ser brusca, prevalece el gesto
de asombro, la pregunta muda del porque, la aceptación sumisa o la incredulidad.
Cualquier cosa puede
olvidar quien nos visita menos el temperamento dominicano.
Y como la parte más
visible y hermosa de ese temperamento, la presencia y la belleza de la mujer
criolla, donde comulga la mezcla racial euroafricana que la hace apacible y
explosiva, serena y ardiente, intima, cálida, y maternal.
La risa, tan
estrepitosa como la música criolla, es capaz de surgir libre aun desde el más
solemne momento. La frase repentista es irrefrenable muestra de tipicidad.
La generosidad,
aun acosta del sacrificio, es capaz de entregar a otro empapado en lágrimas emocionadas, los únicos pesos
conseguido para e suscrito.
Lo servicial,
que o contempla riegos, puede ir desde ayudar a cambiar un neumático en una
carretera solitaria, hasta acompaña a un niño perdido a algún destacamento
policial, muchas veces con ropa que pertenece a uno de los propios hijos.
En pocos lugares
del mundo se pregunta dónde queda tal calle o tal sitio y, quizá por la
impotencia de explicarte claramente la ruta, te levan y te acompañan para
complacerte.
El dominicano es bueno en la medida en que a circunstancias lo exigen. Y lo demuestra. Y es
orgullo pregonarlo. Y es un deber exhibirlo. Y es un compromiso enseñarlo.
La solidaridad
se hace más latente entre lo más necesitados, y surge como grito ante la propia
vivencia como si quisiera ser ejemplo o mensaje directo frente a quienes pueden
y no se dan.
La solidaridad
se hace más latente entre los más necesitados, y surge como un grito ante la
propi vivencia como si quisiera ser ejemplo o mensaje directo frente a quienes
pueden y no se dan.
En los barrios,
el hambre es circunstancial, generalizada y compartida. El plato de sopa
caliente para la vecina que está enferma y vive sola, no falta nunca. El
pantalón usado y la camisa para el pobre muchacho con problemas mentales y sin
padre, aparece. Los zapatos aun en buen estado para el niño que tuvo la joven
el barrio, siempre legan.
Y así, el dinero del transporte para el amigo
que lleva su niño a hospital infantil; el atiemposo plato de comida, que los
dominicano lamamos bocaíto (bocadito);
un rincón en el zaguán o en la sala de la c asa para el transeúnte no se moje
mientras llueve, el café caliente y otros mil hilos mágicos embadurnados de espontaneidad;
mantienen comunicación directa desde el instinto hasta el corazón.
El dominicano es
limpio por dentro y por fuera.
Autentico
patrimonio de todos es la gente. Quizá más buena de la cuenta, pero buena. Quizá
más sana de lo que debiera, pero sana. Quizá más generosa que sus
posibilidades, pero generosa. Quizá menos educada que otra, pero autentica.
Salga por las
calles y las esquinas, por los callejones y cuarterías, por os multifamiliares
y cuartuchos alquilados.
Ahí vera a la
gente como es.
Pudiera pensarse
que se encasilla un tipo de dominicano desde el aspecto socio-económico. Sin
embargo, la misma condición acompaña a los criollos más destacados en el mundo.
Los colores patrios
son revividos constantemente por la principalía de científicos, modistos,
médicos, deportistas y representantes en diferentes aéreas, que nunca olvidan
su condición autentica de dominicanos.
El llamado
dominicano ausente esta tan presente como los presentes en la actividad
económica y social del país, y Dominicana se enorgullece de ellos y ellos de su
patria. Ellos, como todos, pelean con cualquiera por su sueño y su gente.
Instituciones
benéficas, auténticos y benditos suplentes de las carencias, se nutren de
grupos de damas y caballeros de posición económica estable, pero con la
preocupación aflorada en la generosidad constante.
DOMINICANA / SENSACIONES Y COLORES DE LA REPUBLICA DOMINICANA. Amber Publishing House. Editores: Lorenzo Martinego y Ellis Peres. 1995.
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