Por: Agustín Perozo Barinas
"Si el dinero no te da la
felicidad, devuélvelo". Jules Renard
Desde pequeño escuchaba frases como:
"Quien da lo suyo a pedir se queda"; "Quien da nunca
tiene"; "Un amigo es un peso en el bolsillo"; etc.
El
dinero en sí mismo no es riqueza, sino su representación. Es un medio por el
cual la gente puede intercambiar bienes y servicios que sí tienen un valor. El
dinero es un pedazo de confianza que se pasa de mano en mano y que puede
fácilmente ser acumulado sin caducar. Tiene valía siempre y cuando la confianza
perdure, conservando su común aprecio en el tiempo, constituyendo un medio de
acumular valor de uso y canjear riqueza al portador.
Para que sea confiable, se supone que
el dinero debe existir en oferta limitada. Si hay demasiado, la gente confía
menos en éste. Entonces quiere más, y más dinero, a cambio de bienes y
servicios. Puede convertirse en prácticamente inservible, como en tiempos de
inflación crónica. Pero si hay muy poco dinero, la gente no puede expandir sus
actividades porque no pueden encontrar el crédito en forma de préstamos para
mantenerse operando mientras desarrollan sus negocios. Esto puede conducir a
depresión económica, o recesión, lo cual significa pocas inversiones,
insuficiente dinero en los bolsillos de la gente para crear demanda por bienes
y servicios, y escasos empleos.
Prácticamente
no producimos de manera directa lo que consumimos. Lo adquirimos vía el dinero
(o cualesquiera de sus modalidades actuales, como las tarjetas de crédito, las
transferencias bancarias, remesas o cheques). Por ello, estamos mentalmente
monetizados. Estamos orientados al consumo y los valores de nuestra sociedad
han mutado en ese contexto. Sin dinero el ser humano moderno es casi una
nulidad.
No ha
de extrañar que esta grandiosa creación del genio humano sea el fin supremo
junto a sus colaterales como el oro y demás caudales. Por dinero sacrificamos
principios y valores éticos ya que no se compra nada con eso. Un medio idóneo
para generarlo es acumulando poder político. En el sector privado es
perfectamente posible enriquecerse pero es mucho más complejo y laborioso. El
sector público tiene innumerables ventajas: algo como "lo de todos es lo
mío". Sólo hay que tener habilidad, sagacidad, olfato... trabajar política
con alto sentido de oportunidad y astucia.
Un
poquito de poder -primero- con gran capacidad de manipulación rinde resultados.
El dinero siempre hace el resto. Podemos apoyarlo una pizca con estrategias
pero al fin y al cabo él impone su fuerza. Seríamos hipócritas no desearlo más
y más. Sobre todas las cosas, a cualquier sacrificio. Total, los textos que
tratan sobre acumular poder/dinero, aún por encima de preceptos morales, son
best sellers. Si es vender la península de Samaná con todos sus cayos y hasta
negociar nuestra única frontera terrestre para libre movimiento, por dinero,
como en política, todo es posible. Por algo se le dice "el arte de lo
posible".
Sin
dinero la soledad es imperiosa. Con él, me aseguro todas las mañanas una buena
cuota de adulaciones lisonjeras de cientos o miles de
"incondicionales" para quienes soy, con dinero/poder, una especie de
mesías. ¿Cómo resistirme a no pretenderlo? El argentino José Narosky
escribió: "Quien cambia felicidad por dinero no podrá cambiar dinero
por felicidad". Supongo que la vida se trata siempre de dar algo a cambio
de algo. Por dinero, ¿qué tanto estaría dispuesto a canjear?
Un
político serio, que haya cumplido sus funciones con honestidad, y se haya
retirado sin erosionar el erario en ninguna de esas formas sutiles tan en boga
al presente, se le acuña el estigma de 'pendejo'.
No se
dio cuenta a su tiempo que el dinero hasta hace valer lo que no vale. Tiene esa
cualidad de hiperinflar nuestros egos, cediéndonos el derecho de avasallar a
los demás. Asumiendo que sin él poco somos, sacrificamos hasta el amor a cambio
de su encantamiento. Esa sensación de poder, sobre todo y sobre todos, es
adictiva. Si es enfermiza, no importa. Peor es la carencia material. Por lo
tanto, envidio a los desfalcadores de los patrimonios patrios que impunemente
se mantienen activos en la política dominicana. Gracias al dinero, nos
conocemos todos.
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