domingo, 12 de julio de 2009

Del Juego en general y del ajedrez en particular


Marginalia

Subrayados:

Cuando el hombre empezó a jugar, se transformó su relación con el mundo. Fue un paso “fuera de sí mismo”, un paso creador a raíz del cual se modificaron continuamente tanto el hombre como su entorno. El arte, la técnica- para no citar más cosas- vienen a ser consecuencias de este paso dado en épocas remotísimas de la humanidad. Exagerando mucho, nos atreveríamos a decir que hasta la filosofía es juego, un juego sublime del espíritu.

El placer lúdico es un placer muy particular, sensual y espiritual a la vez, no un mero recrearse en la acción del juego. Este placer se rige por el instinto lúdico, ente tan misterioso como el placer que lo gobierna. Para Heráclito, el curso del mundo es un “niño que juega y corre los peones de un lado para otro”; "un reino del niño”.

Platón asimismo concibe la relación entre dioses y hombres bajo el aspecto del juego. Llama a los hombres un “juguete de Dios”. Un Paignion Theou. En el juego, el hombre “trasciende” a sí mismo, es capaz de sublimar el lastre de su afligida existencia terrestre, se convierte en “libre”.

Pero si el hombre no puede desplegar su instinto lúdico porque se lo impiden, según Constant. El compatriota de Huizinga, el instinto creador se trueca en agresión radical.

El hombre jugador no sale al paso de las palabras nietzcheanas del “Zathustra” en los “Siete sellos”.

“Si alguna vez tendiera cielos calmos por cima mía, volando con propias alas en propios cielos; si nadara jugando en las profundas lejanías luminosas y de mi libertad legara sabiduría de ave:-dice sabiduría de ave: ¡el abajo, el arriba no existen! ¡Tú precipítate atrás, en adelante, en torno tuyo, oh leve ser!

¡Canta! ¡Ya no hables!..."



AJEDREZ
Jorge Luís Borges

I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dos mueve al jugador y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

HUMBOLT. Año 13 1972.Número 49.

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