Por
Ramón Mesa
“La
biografía de un artista, entonces, es su propia obra, su propio lenguaje”
Odalís
G. Pérez
Una de
las representaciones más auténticas de la mitología taína en las artes
plásticas contemporáneas, la encarna Marcial Báez. Para un acercamiento
efectivo a sus códigos visuales es recomendable explorar las sendas de su
fecunda trayectoria.
A mediados de la década del 90 el artista se
involucra en el movimiento en defensa de las Cuevas del Pomier encabezado por
importantes sectores de la sociedad sancristobalense. En 1998 regresa de un
viaje que hiciera a Ecuador y, deslumbrado por el colorido de la cultura y el paisaje ecuatoriano, decide
realizar una muestra pictórica que incorpore el legado artístico y mítico de la
cultura indígena. Antes, como buen investigador, debía interiorizar dicha
cultura y para ello entra en contacto por primera vez con el arte rupestre de
las Cuevas de El Pomier. Dice que le impresionó sobremanera el deterioro al que
la minería ha sometido la zona, “pero lo
que verdaderamente impresiona a uno es cómo esa gente (nuestros aborígenes) tenía esas ideas, lo bien lograda de las
pinturas en las paredes y sobre todo la gran cantidad.” Y comienza un
proceso de asimilación del arte rupestre creada por nuestros primeros
pobladores, en blanco y negro, y sobre piedras, hace más de 500 años. El
resultado “fue una explosión de color” afirma
el artista.
Ese mismo año
Marcial deslumbra al sector cultural con su exposición titulada “puntadas largas”, una amplia muestra
inspirada en las pictografías de las Cuevas del Pomier. Esta exposición,
compuesta por casi un centenar de obras en distintos formatos y soportes,
incluyendo pintura, dibujo, instalaciones y arte objeto, fue presentada en el
salón principal del edificio gubernamental de la provincia de San
Cristóbal, constituyendo la primera
muestra pictográfica sobre temática indígena creada por un artista
sancristobalense.
Al año siguiente (1999), presenta una extraordinaria
serie de corbatas pintadas a mano, bajo el título de “Soles” esta vez en la Fundación Nouveau, en Santo Domingo, con la que
nuevamente consigue deslumbrar al público con sus creaciones inspiradas en
concepciones mítica-taínas. Desde entonces la temática es abordada en todas sus
propuestas presentadas en diversos escenarios y sobre variados soportes.
Precisamente El Sol constituye la representación más recurrente por los
artistas prehispánicos de las Antillas, el sol era concebido por su mitología como la deidad que todo lo
transformaba mágicamente, como revela el arte rupestre de la isla de Santo
Domingo y las obras de los cronistas de
indias, especialmente la de Pané (1974).
En “El rostro
de Colón” (2001), exposición presentada en el Faro a Colón, Santo Domingo,
el artista vuelve a abordar el tema de la historia prehispánica. Y es que desde
sus inicios la obra de Marcial Báez ha trillado los senderos de la historia
patria.
Orlando Alcántara (1998), apunta que “Una pequeña historia está detrás de todos y
cada uno de sus cuadros. Pero además, Marcial Báez le agrega un sabor de
trascendencia mediante el uso de signos universales que rompen con las
fronteras del tiempo y del espacio” destacando además (2007) su especial
sensibilidad poética, la cual le ha permitido expresarse a través del dibujo,
la pintura, la fotografía, la
ilustración, el arte objeto y la poesía misma.También subraya el carácter de “sus creaciones espirituales” o lo que
se nos antoja espiritualidad propia de su obra y su persona, la recreación de un particular universo de “lo taíno” desarrollado por el artista a
lo largo de su carrera (1977-2013), cuya calidad deviene de su pasión poética
por el quehacer plástico.
Por su parte, Odalís G. Pérez, al valorar su obra
resalta que “sus telas y dibujos
pretenden mantener la dominante psicología y antropología, para de esta suerte
definir el campo de la sustancia mítica.”
En ese mismo orden de ideas, la concepción de
Diógenes Valdez (2007), enmarca perfectamente la temática desarrollada por Marcial
desde 1998, cuando afirma que su obra “intenta
rescatar del olvido las raíces étnicas del ser dominicano.”
En definitiva, Marcial Báez, (San Cristóbal, 1953),
pintor, ilustrador, poeta, psicólogo, profesor,
animador socio-cultural, titular del reconocido blog Arte Único.com, y
miembro distinguido de innumerables instituciones sociales y culturales, entre
ellas la Asociación de Artistas Plásticos de San Cristóbal, Cámara de Comercio
de San Cristóbal, Club de Leones Universitarios Unicaribe, y el Instituto Especializado de Estudios
Superiores Loyola; estudió Dibujo y Pintura (1961- 1964) en el Liceo
Musical Pablo Claudio. Desde entonces, en su búsqueda expresiva ha interiorizado
la cultura taína en sus más significativos aspectos (mitología, agricultura,
caza y pesca; casabe, danza y juego de pelota; alfarería, arte rupestre y modo
de vida), incorporándola a su polifacética creación, que constituye la más
amplia labor de difusión que artista plástico haya hecho de dicha temática,
convirtiéndola incluso en su propio
estilo que hemos denominado “estilo Marcial”.
En el 2007 Marcial Báez celebra sus 30 años en las
artes plásticas (1977, Casa de Teatro-1997, Galería de Arte Vela Zanetti,
Loyola). Su obra ha sido expuesta en múltiples provincias del país, así como en
el extranjero: New York, Guadalupe, España, Londres, Italia y Francia. De la
constancia de su obra se desprende el otorgamiento de más de 15 premios y
reconocimientos a nivel local y nacional.
Del Pomier al lienzo de Marcial media el lenguaje de
una cosmovisión cultural que renace vibrante, colorida y rítmica hacia la luz.
Donde la iconografía más significativa de la cultura prehispánica del Pomier
resurge igual de mística y aún más vigorosa.
El dominio del medio ambiente para el indio implicó
el desarrollo de tecnologías en conformidad con la fuerza exotérica y natural
como parte de un entramado existencial socialmente organizado mediante el
cacicazgo, dignamente representado en la obra pictórica de este artista, titular de un ejercicio plástico que tiene
como eje, desde nuestra apreciación, la significación y re-significación de una
cultura que constituyó la sunma del
desarrollo tribal de las Antillas.
No hay en la obra de Marcial el manierismo rancio de
lo meramente artesanal; no señor. Y ese feliz acierto viene de su vocación de
estudioso de nuestras raíces, especialmente de nuestro patrimonio natural,
antropológico y cultural Cuevas del Pomier, lo que nos permite afirmar, sin
riesgo alguno de yerro, que la obra de Marcial encarna la transposición
perfecta del artista prehispánico al modelo estético del artista contemporáneo.
En tal sentido Marcial tiene a su favor una
convicción y una praxis religiosa que lo acerca bastante al concepto de chamán
taíno. Su fe evidencia, en su propia obra, esa transposición de los medios, los
elementos y los valores de la cultura taína a la luz de una estética moderna y
eficaz. Su propósito comunicativo emplea
un lenguaje que, emanado de las fuentes del pasado o memoria primigenia,
alcanza un lenguaje renovador en su discurso simbólico-poético. Marcial hace,
si se quiere, un importante rescate de la iconología taína; sus escenas más
comunes se caracterizan por el júbilo, la
paz, del disfrute de la vida aldeana en que se desarrolló el taíno de la
isla de Santo Domingo. Es que hay en el
rostro de sus indígenas -hombres y mujeres- ese halo de luz que irradia
encanto, pureza y belleza natural. Quiero decir que esos rostros de los cuadros
de Marcial están henchidos de magia, de luz, de espiritualidad interior y que
el artista ha tenido el acierto de que sus personajes irradien dichas
cualidades.
El artista taíno de Borbón hacía uso de la línea a
mano alzada, creando un dibujo a veces casi minimalista y otras veces
esquemático como ocurre en el panel de la cohoba
de Cueva dos y el de los chamanes en la acogedora Sala de la Cultura de Cueva Uno en El
Pomier, dando incluso una asombrosa sensación de movimiento. Por igual Marcial
otorga movilidad plástica a sus chamanes y caciques en sus actividades
rituales, dotándolos así de la esencia de la cultura material e inmaterial
propia del nativo que habitó el espacio geográfico de lo que hoy se conoce como
provincia de San Cristóbal. Los taínos del estilo Marcial parecen delirar con
la vibración que transmite la combinación multicolor, producto de la
superposición de las puntadas largas. Esta vibración visual evoca una
comunicación onírica con los ancestros o deidades del más allá.
Hay en el estilo Marcial una permanente alusión a la
espiral, símbolo del huracán en la cultura taína; la espiral que origina el
principio y el fin de las cosas; la
rotativa energía del universo; el ciclo vital. El ritmo visual provoca en el
espectador un extasiamiento delirante que muchos vinculan al ser caribeño. Lo cierto es que Marcial rescata el
lenguaje rupestre de su monocromía pétrea, tornándose reflexivo ante los
signos, códigos y gestualidad de la memoria aborigen, a la vez que le imprime
vigor y plasticidad.
Según las crónicas, el significado de la palabra
taíno es: hombre noble, hombre que se dedica al desarrollo de la vida
espiritual (García Bidó, 2010). Según José Juan Arrom, (1973), “Goeje ha
registrado en lokono o arauaco legítimo la raíz tai con el sentido de noble,
prudente, y el sufijo no como signo del plural masculino. Taí-no equivale por consiguiente, a noble, prudente. En ese sentido nombramos a Marcial artista taíno Báez;
enteramente proporcional a su formación humana
y su devoción espiritual y trascendente, mediante sus recursos
expresivos y reflexivos-: poesía, dibujo, pintura; el canto coral, el diseño
artesanal, decorativo, reveladores plenos de un tránsito de doble vía entre el indio mítico y el hombre de fe,
de arte y cultura que encarna Marcial Báez, de cuya obra también nos atrevemos
a inferir que taíno equivale a hombre
en completa armonía con la naturaleza, como el representado por el dios Yúcahu
Bagua Maórocoti, que “en sí resume los tres factores primordiales que
felizmente se armonizan en las Antillas: tierra, mar y hombre.” (Arrom,
1971).
Sabemos que el paisaje como temática es una
constante en el arte universal y de manera particular, en lo dominicano y toda
su implicación criolla. Probablemente el espectador convenga conmigo en que el
impresionismo del estilo Marcial es una metáfora del exuberante cromatismo del
trópico, donde el lenguaje del ambiente se traduce vibrante, pletórico de
colores. Es notable, sin embargo, cierta monocromía en las figuras humanas
taínas de Marcial. Esa monocromía deviene -a mi entender- de una errática
percepción generalizada sobre el color “indio” de la piel de los aborígenes. Mas, vale señalar,
que esa manera de representar la figura y el rostro del aborigen, infunde una
paz, una calma propia de gente de bonanza, de gente que habita el paraíso, sin
luces violentas que alteren su faz, su aura de extasiamiento y disfrute de la
naturaleza. Pero quizás esta apreciación personal nos ponga ante una aparente
paradoja: el contraste que presenta el estilo Marcial entre lo tonificado, lo
calmado, junto a la delirante exuberancia cromática del paisaje.
Este paisaje-mundo-mítico taíno representado por
Marcial tan abarcadoramente en la obra “Mitos
y leyendas taínas” (55x80 pulgadas, acrílica/tela) publicada en la agenda Tropical Pinta su País, es el mismo
mundo que Bosch (1935) relaciona con la cueva de Cacibajagua y el Paraíso. “Sin dudas Cacibajagua era un Edén”,
donde el sol y su violento cromatismo constituían un tirano despiadado que
convertía los hombres en piedra, árbol o pájaro si se salía de él. La obra Mitos y
leyendas taínas enmarca la cosmología taína completa reportada por Pané,
contentiva de los mitos fundamentales de dicha cultura; dícese la creación del
mundo, del mar y los peces, del hombre, etc. Se trata de una obra abarcadora
desde todos los ámbitos representacionales de la cultura en cuestión.
Apropiado es, llegados a este punto, señalar que fue el libro de Fray Ramón Pané “Relación acerca de las antigüedades de los
indios”, el que sedujo al artista induciéndolo a desarrollar esta ejemplar
trayectoria. “Lo encontré tan mágico”,
nos dice, mediante entrevista personal, a tal punto que se propuso ilustrar el
libro. Pero la editora no mostró interés en el proyecto. Las ilustraciones
entonces fueron propuestas en la XIX Bienal Nacional de Artes Visuales de 1994,
conformando un tríptico titulado “De las
antigüedades de los indios: una exposición enmarcada” donde la historia del
conjunto visual se torna poesía lirica. Ahí se inicia la trayectoria de Marcial en el arte
prehispánico, cuya génesis la encontramos en un afiche creado para las Fiestas
Patronales de San Cristóbal de ese mismo año, donde se destaca en primer plano
la figura de un deportista taíno golpeando con el pecho la pelota que a la vez
es el sol, y tras un público espectador compuesto por un panel o conjunto
de cemíes tutelares del panteón indigenista; y aún mucho más atrás, en un poema
(su primer poema, advierte) escrito a mediados de la década del 70, donde el
artista ya expresaba sus inquietudes por nuestros ancestros.
Definir el estilo Marcial podría ponernos entonces
en el apuro de conjugarlo entre lindes de múltiples estilos: naturalista,
criollista, impresionista, y la más arriesgada de todas lo definiría rayano en
el expresionismo, que evidencia el paradójico contraste entre lo armónico y lo
cromáticamente violento, donde pigmentación y collage, dibujo y pintura, rigor
académico y espontaneidad creativa congenian sobre lienzo, madera, tela o
papel. El estilo Marcial entonces deviene en una suerte de alquimia estética.
La agilidad de su pincelada y de sus trazos ejercen fuerza creadora por sí
solos, donde la desconstrucción de la
imagen es pura noción del dominio de los procesos creativos.
Hay veces que el naturalismo del estilo Marcial raya
en un figurativismo que traduce aspectos del estado emocional o psíquico de los
personajes que nos revelan, en muchos de los casos, los momentos más singulares
de la cultura taína, mediante la cual, Marcial tipifica la cultura criolla, es decir, la esencia de lo
que somos.
Un detalle que merece la atención, dentro del vasto
mundo creativo del estilo Marcial, es la maravillosa recreación que hace de la
pictografía de la mítica rana zoomorfa (cuerpo de rana con cabeza y cuello de
ave) posiblemente localizada por vez primera en Cueva número uno de Borbón, una
verdadera muestra de belleza y estilización figurativa que denominamos “estilo pomieloide”, representación
artística prehispánica probablemente única dentro de la rupestrología
antillana.
Ritmo, secuencia y serialidad son por igual
características del Estilo Marcial, ampliamente abarcador y dirigido hacia
múltiples confines conceptuales, impregnados de plasticidad, originalidad,
creatividad, belleza y trascendencia.
En el 2011 la Dirección General de Impuestos
Internos reprodujo su Calendario anual en cuya portada se lee: “Todas las pinturas presentadas en este
calendario son obras del artista Marcial Báez, ganadoras de la XIX Bienal de
Artes Visuales de 1994…”
Nunca antes artista sancristobalense había creado
una obra pictórica para el deleite y el enriquecimiento de nuestra cultura
prehispánica como lo ha hecho Marcial Báez.
Eso nos invita a quitarnos el sombrero para reverenciar su portentoso
aporte al indigenismo visual contemporáneo.
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