ANDRES L. MATEO.
Andrés L.
Mateo (1946; Santo Domingo) es
un escritor, novelista,
poeta, filósofo, educador,
crítico literario, ensayista e investigador1
dominicano, ganador del Premio Nacional de Literatura 2004. Cursó
estudios primarios en el Colegio San Juan Bosco. Estudió la secundaria en el Liceo Juan Pablo
Duarte, siendo el primer dirigente de la Asociación Nacional de Estudiantes de
Liceos Intermedios. En 1965 fundó el grupo La Isla. En 1971 se va a Cuba a
estudiar y para el año 1977 obtiene una licenciatura en Literatura Hispanoamericana de la
Universidad de La Habana, en 1993 esa misma universidad le otorga un doctorado
en Ciencias Filosóficas por su obra mitos y cultura en la obra de Trujillo,
además de impartir clases en ese centro de altos estudios. En 1978 regresa a la
República Dominicana. Codirector de Coloquio un suplemento literario del
periódico El Siglo. Director de la editora de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo. Subdirector de cultura durante el gobierno de Hipólito Mejía.
En 1981
obtuvo el Premio Nacional de Novela otorgado por la Secretaría de Estado de
Educación, Bellas Artes y Cultos por su obra La otra Penélope; en 1991,
el Premio de Novela de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña con La
Balada de Alfonsina Bairán y en 1994, el Premio Nacional de Ensayo con
Mito y Cultura en la Era de Trujillo. También recibió, en 1999, el
premio a la Excelencia Periodística Dominicana por su columna. Premio Nacional
de literatura 2004.
488. LA BALADA DE ALFONSINA BAIRÁN. Premio Henríquez
Ureña de novela 1991. UNPHU. 123 págs.
La novela exhibe
fotográficamente el pensamiento machista; latente en diferentes estratos
sociales, enmascarando sus efectos desde hogares muy encumbrados hasta el más
humilde sector, presenta en Alfonsina a la mujer empoderada, que la tragedia la
hace consciente de la realidad de su entorno, capaz de fraguar un plan para
atrapar al responsable de la muerte de su esposo; para lo cual enclaustró a la
vieja mujer, y emerge una nueva, que utilizaría como anzuelo su
prostíbulo; que aparecía siempre cerca de las tres de la tarde. Tenía en
el rostro ese algo perdido y aplastante que la separaba de las demás, y se
movía, escoltada por sus perros, con el fulgor salvaje de una gloria extraña y
desconocida (P.102). (Minerva González Germosén).
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