Prólogo:
UNA MIRADA APASIONADA FUNDAMENTADA Y
LIBRE.
P. José Victoriano S.J.
La creatividad apostólica
era una de las principales cualidades del P. Antonio Lluberes Navarro, S.J. (el
padre Ton). Entre los muchos proyectos que llevaba adelante estaba el de
publicar un libro sobre San Ignacio de
Loyola. Cuando me presentó la idea me entusiasmé y en enero de 2021 puse a
su disposición el equipo de trabajo de Ediciones Radio Santa María. La muerte
lo sorprendió justo cuando todavía no había concluido las correcciones a la
primera versión diagramada del texto. Unas pocas semanas después de su muerte
retomamos los trabajos para concluir el proyecto logrando su impresión y posterior
distribución.
La obra consta de trece capítulos
y permite una aproximación apasionada, fundamentada y libre a la figura de San
Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. El libro retoma artículos
que fueron publicados entre 2004 y 2005 en la revista Amigo del Hogar. A través de ellos Ton nos comparte “el san Ignacio
que fue conociendo en las lecturas y en la oración personal a lo largo de su
vida” (pp.5). Su objetivo era contribuir a la difusión de la vida y obra del
santo en el contexto de la celebración del Año Ignaciano, conmemorando los 500
años de la conversión de Íñigo de Loyola. Ton nos dice que este libro quiere ser
“una humilde contribución a esta celebración” (pp.6).
A continuación, algunas
pistas sobre el contenido del libro.
Los primeros tres capítulos,
que llevan el nombre Acercarse a Él,
Europa y España, y Paje y Gentilhombre, conducen al lector a adentrarse en
el contexto sociocultural y político que le toca vivir a Íñigo de Loyola y su
juventud en la corte, con lo que nos acerca a una serie de rasgos de su
personalidad que tendrán un fuerte impacto en su vida espiritual y en la futra
Compañía de Jesús.
A partir del capítulo
cuarto, titulado El herido, el padre
Ton nos pone en contacto con los detalles de esta etapa de la vida de Iñigo de
Loyola, marcada por un largo proceso de conversión. Se hace Peregrino y viaja a Jerusalén. De
regreso se dedica a estudiar para mejor ayudar a las almas. De 1524 a 1535, se dedicará al estudio formal, desde la gramática
básica y los elementos del latín hasta la maestría en teología. En esos años lucha
contra sus inclinaciones contemplativas que lo apartaban del estudio (capítulo
VII, pp. 41). Comienza a hacerse llamar Ignacio (capítulo VII, pp. 49).
El camino ignaciano evoluciona
hasta formar un grupo de amigos en el Señor que buscan la voluntad de Dios,
mediante el discernimiento hecho posible por lo Ejercicios Espirituales. De 1535 a 1537 la vida de Ignacio y de sus compañeros
corre paralela entre España y París hasta que se encuentran en Venecia a
principios de 1537 (capítulo VIII, pp. 57).
El itinerario de los
rimeros compañeros, unidos por la experiencia de Dios, por el deseo de servir a
las almas y por el discernimiento llega
a un punto trascendental: Decididos
a quedarse en Roma al servicio del Papa, pronto los compañeros comienzan a ser
destinados a tareas pastorales fuera de Roma y perciben que la misión los
desarticula y entonces toman una de las decisiones más trascendentales que
grupo humano haya asumido, de liberar su futuro: cómo mantener el grupo, qué
misiones y características darse. En reuniones de tarde-noche, de marzo a junio
de 1539, llegan a la conclusión unánime de formar un grupo religioso,
ofreciendo su libertad en obediencia a uno de ellos como superior, quien
garantizaría la unidad y la eficacia (capitulo X, pp. 69).
Ignacio de Loyola es
designado por sus compañeros como superior general. Nos dice el padre ton que Ignacio, peregrino y mistagogo una vez
elegido prepósito general se concentra en Roma. Aparte de las funciones de gobierno
asume la formación de os novicios. Y además tiene trabajos pastorales en Roma.
No salió de allí sino cinco breves y cercanos viajes. Ignacio se aplica al buen
gobierno y conservación de todo el cuerpo de la Compañía, muy en particular a
redactar las constituciones (capitulo XI pp. 77).
La dispersión apostólica
fue nota constituyente de la Compañía de Jesús desde su misma fundación
(capitulo XII, pp. 85). Esta novedad apostólica, establece el padre Ton, se
apoya en la espiritualidad ignaciana y en la fortaleza institucional de la
orden. “Ignacio decía que quería que Dios
le concediese tres beneficios antes de morir, la confirmación del Instituto y
del libro de los Ejercicios por el Papa y escribir las Constituciones. Ya
sabemos que el instituto fue aprobado en 1540, el libro de los Ejercicios en
1548 y que para 1550, con ocasión del Año Santo, Ignacio Convocó a los compañeros
a Roma y les presentó las Constituciones y las aprobaron. En esta reunión
presentó Ignacio su renuncia como prepósito general aduciendo sus pecados,
imperfecciones y enfermedades y concluía: “yo depongo y renuncio simplemente y
absolutamente el tal cargo que yo tengo”. Como era de esperar, los suyos no la
aceptaron e Ignacio continuó con el cargo hasta la muerte, aunque en dos
ocasiones tuvo que ausentare por razones de salud (capítulo XIII, pp.93).
Damos gracias a Dios por
la vida y la fecundidad apostólica del P. Antonio LLuberes Navarro, S.J.
(1946-2021). Vivió para servir al pueblo dominicano desde la compañía de Jesús.
Títulos
1.-Acercándonos a él.
II.- Europa y España. III.- Paje y gentil hombre. IV.- El herido. - V.- EL peregrino… "ir a Jerusalén". VI.- "El
peregrino"… "estudiar primero. VII.-Ir a Paris a estudiar… Tener compañeros.
VIII.- El Peregrino y los compañeros. IX.- decidieron ir a roma. X Una sola
corporación. XI.- Prepósito general. Buen gobierno, conservación y aumento de
la compañía. XII.- Prepósito general. Discutir por unas partes y otras del
muno. XIII.- Toma Señor y recibe. In memoriam: Antonio LLuberes SJ, un
sacerdote dominicano a carta cabal.
Presentación / P. Antonio
Lluberes, S.J.
En los días de la
cuarentena, escarbando entre papeles archivados de casi veinte años, me
encontré con trece artículos sobre san Ignacio de Loyola que publiqué entre
2004 y 2005 en la revista Amigo del Hogar. Para esa fecha no había terminado mi
trabajo en el Instituto Politécnico Loyola y tenía tiempo para volver a cosa
querida pero puestas a un lado. En esos meses escribí sobre Jerónimo Nadal, un
jesuita del segundo grupo; sobre Baltasar Gracián, sj y su libro “El Arte de la
Prudencia”; y sobre san Ignacio. El amigo Daniel Toribio Marmolejos me estimula
y hasta me prometía costear una publicación más amplia. Pero salieron estos
articulitos.
Bueno, a mediados de 2020
hice 20 fotocopias y las repartí entre amigos y di una a los compañeros
Francisco Escolástico, director del centro Montalvo y otra a José Victoriano,
director de Santa María a quienes les gustó y me entusiasmaron a hacer una
publicación más formal y amplia a costo del Centro. Aquí estoy.
Hoy tengo 55 años que ingresé
a la compañía de Jesús y 45 años de sacerdote y me reencuentro con los jesuitas
que conocí de joven y con el san Ignacio que fui conociendo en las lecturas y
en la oración. Ignacio, gentilhombre, peregrino, maestro espiritual, hombre de
empresa y de retos, del bien universal, que siempre pedía a los que se aceraban
a él el bien más universal, más conocimiento, amor y entrega a Jesús.
En estos años he tenido
muchos y buenos compañeros, pero lamentablemente a muchos se les hizo difícil
permanecer en la Compañía. Viendo a distancia, comprendo el impacto que el secularismo,
la teología de la muerte de Dios y las candilejas de la “calidad de vida”
entraron en contradicción no sólo con el carisma de san Ignacio, sino con el
mismo Evangelio y con todo pensamiento y oferta que demandara entrega y
sacrificio por un bien mayor.
Pero pasado el tiempo y
viendo ahora el presente, veo y me sorprendo y me alegro que aunque la cultura
predominante ha caminado tanto, se ha secularizado tanto desde mis años de
joven a los actuales, hay nuevas generaciones del siglo XXI que están en
disposición de ponerse frente a la experiencia espiritual de un san Ignacio del
siglo XVI, para conocer y ordenar su vida y servir a Dios como cosa buena y
útil y agradable, y encontrar paz y alegría en su interior y hasta convertirse
en Compañeros de Jesús.
Retocar esos artículos, publicarlos
y difundirlos, es mi humilde contribución al Año Ignaciano.
Fragmentos
Es notable el progreso
científico y tecnológico, el desarrollo de la comunicación mediática la producción
de bienes y de consumo y el mismo posicionamiento de la democracia y hasta la
expansión de la frontera de la libertad. Pero no nos impide también observar el
crecimiento de la pobreza, la corrupción administrativa y la manipulación de la
vida política, los atentados ecológicos, las adiciones a la droga, el sexo y el
consumo, la violencia urbana, las dificultades de la comunicación humana, y la
crisis de sentido de la vida- la actitud y la sensibilidad ante la libertad, la
verdad, y el mismo futuro- que nos conducen a una incertidumbre e inseguridad,
lo que la organización Mundial de la Salud ha venido a llamar la “era de la
melancolía”.
A los veinte y nueve años inicia un proceso de reorientación de su vida que le tomará diez y ocho años. De ser un peregrino penitente y solitario, angustiado y confundido, sin objetivo claro y definido, percibe que debe servir a las almas, hacer estudios universitarios y tener compañeros.
Aceptaron el
stablishment político, pidieron su cooperación para su obra, pero defendieron
su libertad.
Pero también fueron
críticos y contradictores de carismáticos como el de los “alumbrados”, de los
populismos de humanistas católicos como el de Erasmo y del radicalismo de los
protestantes que rompieron con la tradición católica.
SAN IGANCIO DE LOYOLA /
P. Antonio Lluberes, S.J. 107 páginas. 2021. Editora Buho. Santo Domingo.
República Dominicana.
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