ALTAGRACITA RAMĺREZ
DORIS ALTAGRACIA
RAMIREZ PEREZ nace en San Cristóbal hace ya algunos años, hija de José
Altagracia Ramírez Rosario y María Justina Pérez Acosta.
Paso la infancia de su pueblo natal gozando de las delicias de sus campos.
Realizó sus primeros estudios en la escuelita de Pinina; luego en la escuela de doña Enedina Puello Renville, que en ese momento sol legaba hasta el cuarto curso de primaria. Paso al Colegio San Rafael, donde prosiguió su enseñanza primaria, intermedia y secundaria, graduándose a chepazo en filosofía y letras.
En el Colegio Mahatma Gandhi, de Santo Domingo, estudió Secretariado Ejecutivo (comercial-bilingüe), destacándose por sus destrezas en taquigrafía y redacción.
Ejerció como maestra, preparando secretarios en una escuela de su propiedad, formando a varios jóvenes de esta sociedad. Cursó dos semestres en al Universidad de la Tercera Edad (UTE) en la carrera de Licenciatura en Derecho, abandonando sus estudios universitarios por razones de salud.
Al tiempo que desempeñaba estas funciones, laboró en la Secretaria de Estado de Industria y Comercio como asistente del secretario y en la dirección de Minería como encargada del antedespacho; además formó en aquél lugar a jóvenes que laboraban en esa dependencia y que mostraban deficiencias en su desempeño como secretarias.
Luego pasó a la Secretaría de Estado de Finanzas y al Secretariado Técnico de la Presidencia, como secretaria del Secretario Técnico de la Presidencia. En su pueblo fue gerente de personal de la Industria Nacional del Vidrio por tres años. Al final de ese período de gobierno, se desempeñó como secretaria asistente de la Gobernadora Provincial de San Cristóbal.
MI TIERNO VIVIR. CyberColor Print Center. 106 páginas. 2007
Además del sentido místico-espiritual, en Altagracita Ramírez vive una solida convicción amantica. Además del cristianismo, en sus versos el amor es figura central en varias de sus dimensiones. Ahora la pasión; después el desamor. Ahora la caricia; después el sinsabor. Ahora la ternura; después la sinrazón. Su valor poética reside en el dominio correcto y esplendente del verso bien hilvanado, de la palabra hermosamente expresada. También podemos ver huellas metapoéticas a modo de intuiciones en algunos fragmentos. (Orlando Alcántara).
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