FRAGMENTO
Presentación
Buscando tiempo para
leer. Los 10 derechos del posible lector. Un texto conciso, inteligente, no
solo bien escrito, no solo bien escrito, sino además realizado con la garra que
dan la ternura y la reflexión, cuando esta última tiene brújula la comprensión.
Siempre amaneo, bordeando a veces el humor sutil, José Rafael Lantigua consigue
meterse hondo - y meter con él al lector- en un asunto por lo general cuajado
de imposiciones y órdenes. No es extraño, pues se trata no solo de un escritor,
sino también de un hombre que ha hecho de la lectura una obra importante y una proyección intelectual
definida y prístina. Dr. Alejandro Arvelo.
Introducción
El texto siguiente, que
contiene el decálogo señalado, es una condensación del pensamiento de Pennac y,
a su vez una transcripción libre de las ideas a ese respecto elaboradas por
este reconocido educador y escritor francés en su famoso libro Como una novela.
Nuestra versión libre, en la que necesariamente hacemos modificaciones a la
escritura original e insertamos nuestros propios pareceres, no modifica los
aspectos esenciales de las ideas expuestas por Pennac, por lo cual nuestro
único merito, si acaso cabe, ha sido el de resumir y adaptar esos pensamientos
para consumo delos lectores habituales, potenciales o posibles, y contribuir de
este modo, de forma modesta, al desarrollo del inmenso e inigualable placer de
la lectura.
1. EL DERECHO A NO LEER
En el fondo, hay que
educar a los niños en la práctica de la literatura, pero darles a su vez los
medios para que juzguen libremente que un individuo rechace la lectura, es
intolerable que sea-o se crea- rechazado por ella.
Es inmensamente triste,
una soledad en la soledad, ser excluido de los libros…incluso de aquellos de
los que se puede prescindir.
2. DERECHO A SALTARSE LAS
PAGINAS
Sea usted joven o adulto,
salte las páginas que desee, pero lea, lea siempre. Puede ser, como no, que
decidamos leer todo hasta la última palabra, estimando que aquí el autor se
extiende demasiado, que allí se permite un solo de flauta pasablemente
gratuito, que en el lugar cae en la repetición y en tal otro en la idiotez.
Entonces, digamos lo que digamos, este testarudo aburrimiento que nos imponemos
no corresponde al orden del “deber”, ya esa es una categoría de nuestro placer
de lector.
3. EL DERECHO A NO
TERMINAR UN LIBRO.
Existe pues,
perfectamente, el derecho a no terminar un libro. Podemos abandonarlo, y si es
posible, intentar una relectura para entender al fin por qué no nos gusta. Este
es un placer excepcional.
4. EL DERECHO A RELEER
Salvo los malos todo libro
merece alguna vez una lectura, aunque sea parcial. Y, a veces, hasta los malos, por diversas razones. Ese reencuentros,
sin dudas, maravilloso, aun sea para reconocer que antes ese libro le resulto
fascinante y que, ahora, ya no resulta más que una referencia cultural.
5. EL DERECHO A LEER
CUALQUIER COSA.
Tenemos el derecho a leer
cualquier cosa, pero solo nos elevaremos como lector el día que cerremos por
nuestra propia cuenta, sin que nadie nos obligue a ello, la puerta de la
fábrica best-seller para subir a respirar en la casa del amigo Balzac.
6. EL DERECHO AL
BOVARISMO.(Enfermedad de transmisión textual).
De ahí la necesidad de
acordarnos de nuestras primeras emociones de lectores, y de levantar un
altarcito a nuestras antiguas lectura. Incluidas las más “estúpidas”.
Desempeñan un papel inestimable: conmovernos por lo que fuimos reindonos de lo
que nos conmovía.
7. EL DERECHO ALEER EN
CUALQUIER.
La anécdota vale para
comprobar que es posible leer, si hay interés, en cualquier lugar: la cama de
un consultorio, la parada de autobús, en el carro mientras s e espera la salida
de los niños del colegio, y si se lo permite, hasta en el butacón reclinable de
la barbería.
8. EL DERECHO A HOJEAR.
Sencillamente, tómelo
entonces en sus manos si va a la librería o a la biblioteca de un amigo, o si
se encuentra por casualidad con él en cualquier otro lugar inesperado, hojéelo
sin prisa, lea algo, lo que pueda interesarle más o cautivarle momentáneamente.
Usted terminara de inmediato si es un libro que merece su atención completa o
si solo bastara con la hojeada que le acaba de dar.
9. EL DERECHO A LEER EN
VOZ ALTA.
¡Extraña desaparición de
la lectura en voz alta! ¿Ya no tenemos derecho a meternos las palabras en la
bica antes de clavárnosla en la cabeza? ¿ya no hay oído? ¿Ya no hay música? ¿Ya
no hay saliva? ¿Las palabras ya no tienen sabor? Hemos olvidado que Flaubert
“gritó” su Madam Bovary hasta reventarse los tímpanos. Él nos enseñó que la
comprensión del texto pasa por el sonido de las palabras, de donde sacan todo
su sentido. Él supo, como nadie, al pelarse tanto contra la música
interpretativa de las silabas, que existe la tirania de las cadencias, que el
sentido es algo que se” pronuncia”. Flaubert, Kafka, Dostoiesvki, Rabelais,
Vargas Llosa, Cela, Bosch, Del Cabral, Veloz Maggiolo, necesitan que los
lectores soplen sobre sus libros, porque sus palabras necesitan de sus cuerpos,
porque sus libros necesitan vida.
10. EL DERECHO A CALLAR
En verdad, nadie tiene
jamás tiempo para leer. Ni los pequeños ni los mayores. La vida es un obstáculo
permanente para la lectura. El tiempo para leer siempre es tiempo robado, igual
que el tiempo para escribir o el tiempo para amar. Es un robo al deber de
vivir. El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo
de vivir. El problema no está en saber si tengo tiempo de leer o no -tiempo que
nadie, además, me dará-sino en si me regalo o no la dicha de ser lector.
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