Ligia Minaya
Denver, Colorado
Con el tiempo, la memoria se va
haciendo perezosa y descuidada. Nos ha dado temor perderla. Los seres humanos
llegamos al mundo con la facultad de guardar en nuestra mente las cosas que
consideramos importantes y acordarnos de ellas en el momento oportuno. Desde el
momento de nacer los bebés de unas semanas ya captan y retienen las caras de
sus cuidadores y las vibraciones emocionales que reciben. Para cumplir su
misión, la memoria tiende a captar y almacenar abundante variedad de
información y retenerla por días, meses y años para que sea indispensable
reconocer las palabras, sensaciones, emociones, personas, objetos y lugares.
Los avatares de nuestra vida están
empapados de penas y alegrías, sorpresas, satisfacciones, rencores, momentos
románticos e instantes de temor. Pero no perdamos de vista que, para el común
de los mortales, lo más importante es uno mismo y que el olvido a menudo es
saludable psicológicamente, pues con el paso del tiempo, los más penosos
momentos del pasado suelen perder nitidez y convertirse en estampas imprecisas
e indoloras. Lo cual, quitarle importancia a los fracasos o conflictos, protege
nuestra tranquilidad, autoestima y confianza. Hay que calibrar el papel cuando
la memoria borra algunos archivos. Pero basta imaginar lo que sería de nosotros
si somos capaces de evocar cada minuto de nuestra vida. Rumiar continuamente el
pasado es un martirio insufrible.
Es habitual que la gran mayoría de
las personas comencemos a quejarnos de que nuestra memoria va perdiendo
agilidad. Los olvidos transitorios aumentan con el paso de los años. La
realidad entre la edad y el Alzheimer es muy evidente. Cada año más de cien
personas tiene esta enfermedad que aumenta a partir de los ochenta y cinco.
¿Hay remedios para la mala memoria? ¡Sí! Ejercitar las facultades mentales,
físicas y sociales, escribir una y otra vez, como hacíamos las planas en la
escuela cuando la maestra se daba cuenta que incorrectamente escribíamos una
palabra. También hay fármacos para el Alzheimer. Pese a tan abrumador panorama,
existe la posibilidad de encontrar algún día la forma de prevenir o curar estos
males.
Todo lo que escribo en este aquí
viene el libro “ERES TU MEMORIA” del psiquiatra español, residente en USA, Luis
Rojas Marcos. Querido lector, estimada lectora, cómprelo, léalo y se acordará
de mí. Una vez se me olvidó el nombre de malagueta y llamé a mi comadre Ana
Arnaud a Santo Domingo, y le dije, comadre, como se llama esa bolita, familia
de la nuez moscada y de la canela, y al decirme malagueta, los escribí cinco
veces en una libretita que tengo en la mesita de noche y nunca se me ha
olvidado. El psiquiatra César Mella, me dijo que entender que se te olvida una
palabra y buscarla una y otra vez en tu memoria, no es algo grave, pero sí no
saber que olvidas, ni poder buscarlo en tu memoria y tan solo no entender, no
pensar, sí es peligroso. He conocido personas que se ganan la vida con cifras y
nombres (no de personas) y se olvidan de cenar, de buscar a sus hijos a la
escuela.
www.diariolibre.com. Saudades|25 oct 2014,
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