miércoles, 14 de noviembre de 2012
UN JARRON AZUL
Agustín Perozo Barinas
“...Porque ese cielo azul que todos vemos/ ni es cielo ni es
azul. ¡Lástima grande/ que no sea verdad tanta belleza!”. Versos
atribuidos al español Bartolomé Leonardo de Argensola...
Sobre un vetusto y terroso muro enladrillado, reposa un
jarrón azul de tamaño mediano sin impresiones visibles y superficie
levemente lisa. Muestra dos asas curvas en cada lado que lo
embellecen. Contiguo al muro que es un primer plano ante un
huerto, que por su cuidado evoca un vergel, descansa una mecedora
de pino claro de amplio porte.
También hay verticalmente dispuesto un curioso barrilito pardo
que a forma de mesita sostiene una perfilada copa de cristal muy delicado y terso junto a una botella descorchada de un vino tinto francés. Es un “La Tâche” de Borgoña pero no se distingue claramente la cosecha en la pajiza
etiqueta algo raspada pero parece leerse ‘1985’ ó ‘1988’.
En este entorno Aribaldes medita. Piensa que muchos somos
proclives a confundir lo cierto por lo tramado. La verdad por la
mentira...
Se acomoda en la mecedora, vierte vino en la copa y
aprecia la tarde de cielo despejado y deslumbrante de esos días
frescos con inquietas brisas en marzo. Un marcado interés se centra
en el jarrón azul. Pero no tanto en el objeto en sí, sino en su
color. Es azul. ¿O no lo es, quizás? Decide cotejar esos métodos
oficiales de análisis, conclusión y presentación de las realidades
socio / político / económicas de la nación y ver cómo se desempeñarían
con este jarrón.
Anticipadamente duda que sea azul. Es un primer paso muy
revelador. Sin dudar no es posible objetar “verdades aparentes”.
Coloca un celofán amarillo traslúcido ante el jarrón. Llama a Demófeles,
que estaba de paso, y le cuestiona sobre el color del jarrón
mientras sostiene el pedazo de celofán entre el espectador y
la pieza. —Lo veo verde –responde despachadamente Demófeles,
algo intrigado por la pregunta, y se retira presuroso antes de
otra ocurrente consulta de su estrafalario amigo.
La población dominicana, la mayoritaria, entró al siglo veintiuno
con mal rumbo. Pero los datos oficiales exponen casi todo lo
contrario. ¿Entonces la percepción es la verdad?, murmura Aribaldes,
mientras aún delibera si este Grand Cru de Côte de Nuits
es cosecha ‘85 ú ‘88... Si se altera la percepción, la verdad es relativa,
y siendo relativa, es moldeable. ¡Qué apropiada engañifa para
acomodar informes estadísticos deformando verdades!
Se reclina en la mecedora con un ligero impulso hacia atrás y encomia en su pensamiento al artesano que la fabricó en Matanzas de Baní. Evoca
aquel otro español, nombrado De la Serna, quien escribiera
“No hay mejor destino que el de supervisor de nubes, recostado
en una hamaca, mirando al cielo”. —Debió imaginarse estos sublimes
cielos dominicanos para expresarlo– musita.
Para nuestros facundos demagogos la verdad desfigurada crea
un escenario ideal para manipular a un electorado coartado por
la desinformación para asimilarla así. Pero no se puede sostener
perpetuamente el celofán amarillo ante el jarrón e irremisiblemente
se mostrará como evidentemente es... un jarrón azul.
agustinperozob@yahoo.com
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