El Carnaval Popular de San Cristóbal, como tal, inició en febrero de 1979, tras la apertura democrática ocurrida en el país, con la derrota electoral del Dr. Balaguer y el Partido Reformista en 1978.
Desde el momento de tal prohibición, las élites sociales dominicanas, y particularmente la de San Cristóbal, asumieron como propio el carnaval, institucionalizándolo dentro de sus celebraciones anuales.
En San Cristóbal, esa apropiación se concretó en el Club Casino, el cual aglutinaba a la élite social local, la que estaba integrada, en su mayoría, por familias cobijadas directamente bajo la sombrilla de los beneficios gubernamentales, heredados de los 31 años de dictadura. La población en general, tenía que conformarse con observar desde lejos la festividad de carnaval, desarrollada en febrero en dicha entidad social. Era necesario ser socio del Club Casino, para participar del carnaval. Los no socios debían ser invitados por un asociado y, además, en ocasiones era imprescindible pagar una entrada.
Durante los denominados “12 años” (de 1966 a 1978), en San Cristóbal se desarrolló una intensa y extensa actividad cultural. Surgieron diversos grupos, practicante de diversas manifestaciones artísticas: poesía, teatro, grupos corales, de música popular y folklórica, canto, danza folklórica y popular, artes plásticas, etc., etc.
Los
grupos artísticos a los que nos referimos fueron los siguientes: Grupo Teatral
“La Rueda”, bajo la dirección de Jorge Guigni y Leonardo Díaz; Grupo de Música
Folklórica y de Nueva Canción “La Higuera”, bajo la dirección de Nelson Medina
(Milito); Grupo Teatral “Los Peregrinos”, bajo la dirección de Jesús María Díaz
y David Hernández Martich; Grupo Folklórico “Raíces Negras”, bajo la dirección
de Milton Martínez;
El destacado investigador de las manifestaciones culturales, sociólogo y folklorista Dagoberto Tejeda, reconoce que esos grupos culturales “…organizaron el carnaval popular de San Cristóbal a partir de una revalorización y una convocatoria donde se reconocía el derecho del pueblo a la alegría, su capacidad creadora protagónica en una dimensión democrática, pedagógica, de identidad y de libertad”. En efecto así fue.
Para identificar al nuevo modelo de carnaval, se decide acuñar la consigna siguiente: “Carnaval Popular de San Cristóbal, el pueblo a la reconquista de sus tradiciones”. Ciertamente el pueblo reconquistó su tradición carnavalesca. La celebración se erigió inmediatamente en la más masiva festividad cultural de nuestro pueblo.
Para
lograrlo, el Comité Organizador desarrolló un programa de talleres formativos
en barrios y escuelas, para pautar el carácter popular del carnaval y estimular
la creatividad artística. Se impartieron talleres formativos acerca de cómo
hacer una careta, un disfraz, como organizar una comparsa, como hacer una
representación teatral, etc. La lección fue aprendida rápidamente.
Surgieron nuevos personajes, nuevas comparsas y nuevos canticos carnavalescos, entre los cuales destacan “Los Pepe Truenos”, “El Toro”, “El Piri y su Culebra”, el “Hombre de los Sancos”, “Las 21 Divisiones”, entre otros, los que superaron en creatividad a los personajes existentes antes de 1966, tales como “la Muerte en Yipe”, “Se Me Muere Rebeca”, “Califé”, etc.
Solo el personaje de “Wateryen”, encarnado en Julio Heredia de los Santos, sobrevivió a la prohibición del carnaval en los años 60, personaje que en el contexto del carnaval popular, adquirió una dimensión simbólica e identitaria. Wateryen era el carnaval.